Era una ocasión muy especial. Buscábamos algo igual de especial. Y Atrio estuvo a la altura.
Es un excelente restaurante, en todos sus aspectos, pero también es cierto que en estos niveles, uno tendría que salir levitando y completamente emocionado. Y no fue el caso, no me dejó alucinando. No experimenté lo que algunos habéis contado aquí de vuestras experiencias en Diverxo o El Celler, por poner 2 comparables.
El servicio impecable, no puede ser de otra forma, funciona como un reloj. La atmosfera me sorprendió (a mejor) respecto a lo que me esperaba. Era una cena y el ambiente está muy logrado, en contraste con el medieval casco histórico de Cáceres en el que se ubica, con una iluminación indirecta muy neoyorkina, que te hace estar muy cómodo. Estuvimos muy a gusto, en una de las mesas que dan a los ventanales del patio central.
Tienen 2 menús degustación, el de clásicos de la casa y uno de últimas creaciones, a 139 € y 149 € respectivamente. Optamos por este último, con muchos más contrastes de sabor, que cuenta con 10 pases:
*Ravioli en sopa de manzana verde relleno de arenque y nabo
*Patata revolcona con su piel crujiente
*Bloody Mary con berberechos y granizado de tomate
*Ostra a la parrilla con salsa de vermú blanco
*Otra frita con frutos rojos y kimchi
*Ceviche de corvina con semiesfera de la fruta de la pasión
*Salmonete con pesto de avellanas y salsa de calvados
*Carabinero
*Tartar de solomillo con sorbete de mostaza
*Solomillo asado con costra crujiente de hierbas
De los postres ni me acuerdo.
Todo muy bueno, aunque ninguno me dejó flipando. Destacaría el salmonete y la ostra con salsa de vermú por producto y el ravioli y el bloody mary por sus contrastes de sabores. Me pareció muy original la presentación del ceviche de corvina (en un cuenco hecho de hielo).
Y llegamos al vino. Carta de vinos apabullante. También los precios, pero por si sola justifica la visita sobradamente. Ofrecen también opciones de maridaje, pero como tienen la carta colgada en Internet (400 páginas), ya venía con las ideas muy claras.
Para la primera parte del menú optamos por un riesling seco: Freundstück Riesling Grosses Gewächs 2007 de BASSERMANN-JORDAN (80 €). Fue perfecto.
Para la segunda parte queríamos algún tinto especial (en el sentido de que fuese algo diferente a lo que suelo beber), de corte sedoso, aterciopelado, de trago largo y que ya tuviese su tiempo en botella. Los riojas con años se iban para arriba de los 100 €, pero en Ribera había algunas opciones y al ver que tenían el “Alenza” 1995, 1996 y 1999 a 90 €, aposté por ello, un vino de Alejandro Fernández de los 90 no podía fallar. Por algún motivo el sumiller no debió verlo claro y me intento redirigir a un Borgoña, pero los que quería pagar (menos de 100) los he probado casi todos. Le hice contrapropuesta con el Mauro VS de 2000 o el de 2001, pero los tenían agotados, y también un Burdeos (de los pocos que tiene con un precio de 2 dígitos) Château Haut-Bergey 1999, pero me dijo que la añada que tenían era mucho más joven. Entonces el sumiller me propuso un Enate reserva especial de los 90, pero no lo vi claro, así que al final volvimos al plan inicial. Yo iba con la intención del 95 (por las críticas que había leído en Verema), pero al preguntarle, me dijo solo me podía decirme del 99, que lo había abierto hace poco y que salió muy rico. En esto ya no quise ser más cabezón y escogimos el 99. Me gustó mucho, era lo que estaba buscando, un Gran Reserva de Ribera del Duero con un estilo clásico, que ya no se suele encontrar. El vino todavía con recorrido por delante, tenía que haberme ajustado al plan inicial y haber pillado el 95.
El servicio del vino fue perfecto.
Al terminar los cafés, nos invitaron a ver la bodega. Aquí sí que flipé. El paraíso en la tierra para cualquiera de los que andamos por aquí.
En definitiva, la experiencia fue muy positiva, aunque al final que te cobre por los extras, hace que la cuenta suba algo más. Con 2 copas de Quinta Apolonia al empezar (17 €), servicio de mesa (12 €)y los 2 cafés (12 €) fue en total 509 €, un poco subida, yo situaría su valor razonable en 100 euros menos. En todo caso, es un sitio que merece la pena conocer, al menos por una vez. Fue la velada especial que buscábamos.