Como breve prefacio al presente comentario, debe señalarse que el mismo tiene su origen en una cata organizada entre unos cuantos foreros de estas web y que tenía por indisimulado objeto conmemorar el cincuentenario de la que, al decir de muchos, fue la mejor cosecha del siglo XX en Rioja atendiendo a la calidad de la producción y el volumen de la misma: la de 1964.
No obstante, y dado que sobre este tema existe ya abierto un hilo ad hoc en otra sección de esta web, en el comentario no se entrará a valorar cada uno de los 20 vinos degustados por los 8 comensales que asistimos a este magnífico -que no irrepetible, espero- evento, limitándonos a apuntar cuál fue el maridaje que de los mismos se hizo.
Situación y entorno: Ubicado en pleno cogollo del casco viejo Zaragozano, a escasísimos 10 minutos andando de la Plaza del Pilar. El establecimiento en cuestión -que ahora, para verano, goza de una agradable terraza en donde tomar algunas cosas o un buen GT-, integra un edificio histórico de, podríamos decir así, tres espacios diferentes. La tienda de productos -de muy buena calidad-, sita en la planta baja; la trastienda/bodega, también en la planta baja, donde se realizan degustaciones y cenas y en donde ya se aprecian las excelencias del edificio. Y la planta superior, donde se ubica el restaurante propiamente dicho y en donde la elegancia y el buen gusto adquieren todo su sentido.
Sinceramente, más que describirlo, hay que verlo. Alguno de los foreros foráneos lo describió como un edificio que, en sí mismo, es un museo, y no le falta razón. Las espectaculares vigas de madera, el suelo, la escalera de acceso al piso superior, la decoración, la bodega (con jamones colgados del techo), todo en su sitio con una gran elegancia, con un toque de inspiración “aragonesa”. Todo en colores claros (vainilla), trasmitiendo la idea de que “aquí voy a estar bien”. Y de una limpieza absolutamente excepcional.
Accediendo a la parte superior -zona del restaurante- uno se queda, por primera vez, impactado: el claustro al que rodean el conjunto de las mesas. Los arcos del claustro, los diferentes tipos de mesas... todo con una disposición ejemplar. Y, por último, las dos salas privadas -la rosa y la verde (en donde nos ubicamos), esta última presidida por un bonito tapiz, con dos preciosos sofás Chester, mesa preparada para apoyar todo lo que llevábamos. Lámpara de vidriera y forja. Mesas butacón comodísimas. Sublime!
Servicio y servicio del vino: Cuestión aparte es ya la intendencia. Excelentes manteles de buen hilo blanco, al igual que las servilletas. Muy buena cubertería y vajilla -blanco, moderna, de diversos tipos y formas.
En cuanto al servicio: impecable. En palabras de otro de los foreros: el camarero “parecía un mayordomo inglés”, de riguroso negro y con pajarita. Téngase en cuenta el motivo de la comida y lo que ello conlleva (no menos de 160 copas). Pues bien, los cambios, especialmente los de las copas, fueron inmediatos, las transiciones perfectas, sin esperas ni dilaciones, pero también sin agobios. Británico en estado puro (todo o’clock).
A ello se añade que en el restaurante nunca se las habían visto en una de éstas (cata de antiguos), por lo que, dada la delicadeza de los vinos (y sus corchos) preferimos abrirlas entre el maestro limonero y un servidor. Hecho esto, y limpio de nuevo uno de lo extremos de la mesa en menos de un par de minutos, el camarero, tras preguntar lo ya obvio (“¿pero esos vinos se podrán beber?”) y una vez convencido de ello (“pues sí que huelen bien aún, sí”), atendió con detalle las instrucciones del servicio de los vinos, y las ejecutó de forma impecable, escanciando el contenido de las botellas con mimo y con las medidas perfectas (incluidas las dos botellas de 0,375 l.). Chapeau por él!
A todo lo anterior debe añadirse que el restaurante dispone de una oferta interesante: degustar los vinos que venden con un pequeño suplemento de 3,5 euros por botella (p.e., alto moncayo 34 + descorche o castillo ygay 45 + descorche).
Si algún pero hay que hacer en materia vinícola, sería en mi opinión, el de que las opciones de vino se quedan un tanto cortas en cuanto a DO, limitadas a las de Rioja, Aragón y Ribera. Incluir algunos otros vinos de denominaciones de origen ya sobradamente implantadas (Cataluña, Bierzo, Jumilla, Gallegos, Madrid ..., algún foráneo) sería algo ideal, pero a veces no se llega a todo. Y de lo que hay, lo hay en cantidad, y de lo mejor.
Y llegamos a la comida. El restaurante no dispone de carta, existiendo dos opciones de menú. Uno más largo (59 euros) y otro más corto (39 euros). En nuestro caso, obvio, la opción fue la de combinar varios platos con el maridaje correspondiente. Propuesto el mismo por los responsables (y propietarios) del local, el mismo fue aceptado de inmediato, si bien se sugirió un cambio de orden de los mismos, a fin de efectuar los maridajes correspondientes con el vino. Todo ello fue aceptado sin problemas, dando a pie a todo tipo de facilidades. Vayamos con ellos.
Como previa, y en calidad de aperitivo, se ofreció una botella de vino blanco (234 de Enate) a los asistentes, acompañados de una buenas almendras fritas, lo cual fue degustado en la parte inferior del local.
A lo anterior le sucedió -aportadas por los asistentes y, ya sentados en la mesa-, la primera botella (Recaredo Brut de Bruts 1999) y dos medias-botellas de Paternina blanco seco del 40.
Ello dio paso al primer entrante: Mini Crepe de canela rellena de Manzana Asada con cebolla caramelizada y Salsa de Foie. Muy buena -y fina- la crêpe, de delicada textura y suave sabor, con la cebolla caramelizada apuntando un punto de dulzor casi imperceptible. Excelente.
Maridado con Viña Sole 64 y Monte Real Reserva Semidulce 64.
El segundo entrante consistió -pasábamos a las verduras- en un chupito de Crema de Vichysoisse. El nombre engaña, pues el mismo consistía -sí- en una delicada crema de vichyssoise, pero no presentado a modo de chupito, sino en un gran plato tipo Ovni con una circunferencia central. Muy bien ligada, también suave y de excelente sabor, algo que no suele decir quienes, como yo, no son muy amantes de las cremas de verduras.
Maridado con Borisa Rosado 64 y Viña Ecoyen Rosado 64.
Tercer entrante: Seguimos con las verduras. Delicias de Alcachofas Gratinadas Montal. Muy ricas. Corazón de alcachofa que se cortaban con la vista. Excelentes textura y gratinado. Muy buenas de sabor, aunque quizá el punto de gratinado le quitase un punto de naturalidad.
Maridado con Castillo de Tiebas R 64 y Campo Viejo R 64.
Cuarto entrante: Cambio de tercio. Virutas de Jamón de Jabugo con pan con tomate. El más sencillo en su presentación. Dos tostadas de pan crujiente con un buen tomate y un jabugo muy bien cortado pero al que, en mi opinión, le faltó ese punto de final dulce que en otras ocasiones he probado en esta casa y que convierte el jamón en algo excepcional. Pero, en todo caso, muy correcto, con el jamón un punto “sudado” y muy sabroso.
Maridado con Excelso 64 y Berberana CE 64.
Quinto entrante: Croquetitas dela casa. También de realización sencilla. Dos croquetas caseras de tamaño correcto con un exterior bien dorado y crujiente (bien freídas). Interior muy cremoso y con un buen sabor. Muy ricas.
Maridado con dos botellas de Viña Ardanza RE 64.
Sexto entrante: Algo de pescado: Brocheta de Rape albardado con Bacon. Perfecta cocción del rape -muy buen género- y del bacon que escoltaba la brochetas (dorado sin llegar a un punto de excesivo rustido, lo cual hubiera estropeado el conjunto). Tierno, se deshacía en la boca, con el contrapunto salado del bacon. Excelente.
Maridado con Faustino GR 64 y Paternina GR 64.
Plato fuerte: Solomillo de Ternera con Salsa de Trufa. Extraordinario producto y perfecta combinación con el salseado de acompañamiento. Como es habitual, preparado en diferentes punto de cocción en función del comensal, en mi caso el punto menos. Clavado! Hubo quien repitió este plato. Poco más que decir.
Maridado con Monte Real GR 64, Tondonia GR 64 y Viña Real GR 64.
Postre: Mousse de chocolate con garrapiñado de almendra. A estas alturas de “competición”, la verdad es que cualquier cosa ya abrumaba. A pasar de ello, un postre goloso, de buena factura y nada pesado, el cual maridó a la perfección con los dos grandes vinos de postres que le acompañaron,
Maridado con Sauternes Jhonston principios 60’ y un Cepa Sauternes de finales de los años 30.
A todo lo anterior le acompañaron, para finalizar, los cafés de rigor y, a modo de petit four, la magnífica trenza de almudevar (compuesta -creo, aunque puedo equivocarme- de masa, almendras, pasas, fina crema de yema, azúcar glass ...), que se maridó con un dulce de Larios, con el que se puso fin a la comida. Con algo había que bajarla, o no?
El contundente ágape vino a dejar una minuta de 57 euros/pax. Atendiendo a todo lo descrito en los párrafos precedentes, y en opinión de quien suscribe, una RCP superior.
En definitiva: incomparable lugar, magnífico servicio y una comida excelente que hizo todos los honores a tan extraordinaria sesión vinícola. Creo que todos los que estuvimos en ella disfrutamos. A los demás no puedo sino aconsejarles que se pasen por este restaurante: estoy seguro que no será lo mismo, pero también de que les tratarán igual.