Enhorabuena por el disfrute. Un buen embajador de la cocina gallega en Madrid.
Saludos
Viaje a Madrid para asistir al teatro, un "pensat i fet", compra de entradas el martes 12 y entrada en pánico, no hay disponibilidad en ningún restaurante cercano al hotel, ya lo ha apuntado algún compañero en comentarios anteriores, es una locura reservar a corto plazo, así que tuvimos que extender el radio de búsqueda hasta que llegamos a este del que escribo la crónica.
Creo que estábamos predestinados, salimos encantados y con el convencimiento de haber acertado de pleno. Nos acomodaron en las mesas altas de la entrada, el comedor interior estaba completo. Taburetes mejorables que no invitan a la sobremesa, mesa sin mantel, con vaso para agua, copa para vino, plato, servilleta y cubiertos. Nos preguntan si queremos algo de beber mientras ojeamos la carta y declinamos la invitación, veníamos de tomar una copa de cava en Ramses y queríamos vino, así que lo prudente era elegir cena y vino a continuación. Esto fue lo consumido:
Aperitivo cortesía del comensal (lo cobran) consistente en un buen pan y una mouse de mejillón de excelente sabor. Hubiera agradecido algo de aceite para el pan, no lo pedí y tampoco se ofreció.
Empanada gallega con la masa bien empapada y mejor de relleno (me recordó la del desaparecido Rías Gallegas):
Berberechos al vapor, excelentes, de gran calibre y mejor sabor, nada de arena.
2 Merluzas cocinadas a baja temperatura, perfectas de cocción y acompañadas de espinacas y pil pil de lima y limón con soja. Para repetir hasta reventar, plato pobre en presentación pero no necesita más.
Finalizamos con tarta de queso para compartir, muy suave, acompañada de finas láminas de manzana y crema de whisky. Declinamos el ofrecimiento del merengue que parece ser que es un fijo de la clientela.
En el apartado vinos disponen de una excelente bodega a unos precios ajustados para ser Madrid. En nuestro caso, esa noche tocaba homenaje y lo hicimos con una botella de "Que bonito cacareaba" de Benjamín Romeo, vinazo.
Retiraron las copas iniciales de la mesa y sacaron la artillería pesada, unas Riedel realmente bonitas. Cata inicial por el sumiller, pregunta de quien lo prueba (los dos, evidentemente) y posteriores rellenos. Había dos camareros pendientes de nuestra mesa, uno de ellos servía el vino con poca cantidad y el otro digamos que con más generosidad. Si era el primero el que hacía el relleno, acto seguido pasaba el segundo y la volvía a rellenar. La primera vez nos dio risa, pero la segunda lo dijimos y a partir de ahí la coordinación entre ellos fue buena.
Salimos realmente felices por la velada y repetiremos en otra visita que hagamos a la capital.
Enhorabuena por el disfrute. Un buen embajador de la cocina gallega en Madrid.
Saludos
Así es, y con mejor compañía más no se puede pedir.
Es lo que hay cuando una ciudad está de moda. Tuvimos mucha suerte, de hecho nuestra mesa estaba libre por una cancelación.
Saludos.
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