¡Qué finura!

Dorado limpio y brillante.

Nariz con buena intensidad y una enorme complejidad, cambiante, que muestra múltiples capas. Brutal definición mineral. Flores secas, frutas blancas de hueso, ligeros ahumados, especias, balsámicos, hierbas aromáticas, frutos secos, anisados, tierra mojada, frescura y profundidad, una maravilla que no para de crecer en copa.

En boca nos conquista por su elegancia, es un vino de un nivel monumental, maravillosa acidez, paso firme y poderoso, balanceado, armónico, redondo, profundo en el final, tensionado, un vino que deja huella quedando su impronta frutal, térrea y mineral en el final, donde hace salivar y se queda en el recuerdo. Persistente. Delicioso.

Enorme Bâtard, quizá el mejor que hemos probado, un vino sencillamente soberbio, apenas hace dos barricas de esta maravilla porque algunas viñas de la parcela están enfermas y ha reducido producción por lo que es un vino de casi inexistente pero de los que no hay que dejar escapar. Algo más de 150 euros, pero los vale de sobra. Absolutamente celestial.

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