Y no es que sea yo un gran conocedor de esta variedad blanca, pero debo de reconocer mi sorpresa y entusiasmo al haber catado este vino.
Desde luego que la procedencia de este vino, otorga a esta variedad blanca, una dimensión que no conocía (volviendo a mi desconociemto profundo en vinos foráneos y mi poco ánimo para con la Sauvignon Blanc). Pero es que ofrece muchas cosas, tanto en boca como en nariz.
En la fase olfativa, nos engatusa con una soberbia contundencia de notas almibaradas, dejes de fruta blanca (pera) y sobretodo una exhuberante y acusada sensación de mango en almíbar, brutal. Éste hace que, a pesar de que hallamos consumido íntegramente el contenido de la copa, deja un perfume largo, goloso y dulce en todo el cristal. Posiblemente algunas notas florales e incluso dejes herbáceos venidos a menos. Y no dejo de oler y oler...
En boca entra sin contenerse; untoso y envolvente a más no poder. Cremoso y almibarado de nuevo; dulzón y frutoso. Gracias a una acidez importante, el vino no llega a cansar mucho. Si bien a la hora de catarlo, el distribuidor nos comentaba que la franja de los 9-11 grados está bien para este vino, yo preferiría a la hora de beberlo junto a una buena mesa, el bajar a los 7-8 pues, de lo contrario,sí que es posible que resulte cansino y excesivamente voluptuoso y persistente con tanto dulce.
Fijándose en esos detalles a tener en cuenta, el vino encandila y llena la boca. Finaliza con una importante persistencia, larga, con un marcado carácter frutal y un trasfondo floral en el retronasal que permanecerá en nuestro recuerdo.
18-19€ bien merecen algo de marisco, cáscaras del mar y/o una buena dorada al horno.
Recomendable, por supuesto.