¡Que gran vino, señores!

Rojo rubí, ribete rojizo, capa media-alta.

Nariz intensa, compleja, elegante, encantadora, que no hace sino mejorar con el aire. Notas florales, de frutillos rojos del bosque, un marcado fondo térreo y mineral, recuerdos especiados de clavo y nuez moscada, tabaco de pipa, trazas balsámicas, regaliz, efluvios herbáceos, ahumados, chocolate negro. Vaya, una paleta compleja, delicada, propia de la mejor pinot del mundo.

En boca es un vino redondo, elegante, con una clase innegable, pero sin renunciar a su origen. Es ante todo un enorme vino de Borgoña pero que procede de Pommard, y eso se muestra en su estructura, su carácter terroso y su tanino firme pero perfectamente mesurado. Magnífica acidez y final largo y persistente, dejando notas de frutos rojos y especias, prevaleciendo siempre esa alma mineral.

Un auténtico vinazo, algo que no nos extraña cuando hablamos del mejor viñedo de Pommard y de uno de sus mejores intérpretes, De Montille, uno de los grandes productores de toda la Borgoña. Fino y a la vez potente, exuberante y a la vez austero, un vino de puro disfrute y que nos muestra la grandeza de Borgoña. Unos 90 euros, no es barato, pero hablamos de una maravilla.

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