Ambarino claro limpio y brillante.
Nariz intensa y compleja, exótica y cambiante. Notas de frutas bien maduras, orejones, frutas escarchadas, tonos amielados, un complejo fondo especiado y ahumado, maderas viejas, tonos marinos de yodo y algas, cítricos en confitura, granos de café, especias orientales tipo curry, infusión de hierbas…un vino con una nariz para recrearse por su intensidad, complejidad y abanico de sensaciones, casi un curso de cata en sí mismo.
En boca es pura potencia perfectamente medida, excelente acidez y paso lleno de fuerza y energía, increíble que hablemos de un vino blanco con 70 años. Sápido y balanceado, con un final lleno de amplitud y carácter donde vuelven los registros de frutos secos, yodados, especiados y de cítricos en confitura. Llena la boca con su enorme amplitud, un vino casi esencial y persistente.
¡Por fin lo catamos! Mucho tiempo detrás de poder probar un Ygay blanco viejo (solo habíamos catado un 1978) y la espera mereció la pena, pues hablamos de un vino único, con una fuerza inusitada y que debía ser complicado de beber cuando salió al mercado por la carga de madera y sulfuroso, pero que ahora, 70 años después, es lo que es, uno de los mejores blancos del mundo.
Gracias, teníamos muchas ganas de poder probar uno viejo tras la magnífica impresión que nos causó el 78 y de verdad que son vinos que marcan, de una calidad legendaria. Lástima que sean tan escasos y complicados de encontrar…
Saludos,
Eugenio.
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