Imperial de verdad

Acabada la última botella de este lote de Imperiales de 1970, me despido de la misma con lágrimas en los ojos. Se mantiene como un titán, que es lo que es este vino. Nada podrá sustituir los grandes vinos que se hacían antaño, y nunca volveremos a encontrar
la mágica ingravidez de aquello que es capaz de enfrentarse al tiempo y conseguir al menos ganar una escaramuza.

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