Un Chablis con materia

Los que me conocen saben que aunque adoro la chardonnay, no soy un defensor a ultranza de Chablis. Salvo las escasas veces que he bebido Dauvissat y las contadísimas que he compartido Raveneau, muy pocos me ha subido al cielo. Aparte de esos dos, unas cuantas botellas de una lista contada de unos 8 ó 10 productores me ha llegado.

El Chablis de Fevre lo conozco desde hace años y reconozco que está bueno. Uva blanca (mucha, quizá la tonalidad que más destaca), lima, caja de cerillas, madera (yo no se la noto, pero Carmen, mi hija de seis años que huele muchos de los vinos que bebo, dice que la tiene), anises, mentolados, piedras...

La boca aporta cosas. Y las aporta porque aunque tiene acidez, y mucha, no está desnuda. Aquí hay materia. Poco alcohol, poca barrica (en esta fase no dejaré que Carmen me refute) y sensaciones de relativa redondez. Aparte de los matices ya expuestos, la clorofila hace un importante acto de presencia.

Postgusto primario.

Pues eso, en esta zona es necesario pegar un tiro correcto.

 

 

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