Recuperando la confianza

Puede -estoy seguro- que el título del comentario llamará a la extrañeza, pero tiene una fácil explicación.

Para quienes concebimos el vino como un auténtico disfrute, incluso como una experiencia singular, el acercarnos a alguno de los vinos que, por historia, son considerados míticos supone, siempre, un acontecimiento especial. Algo que pone, en especial alerta, nuestros cinco sentidos y que aventura, cuando menos en el imaginario particular, una experiencia irrepetible.

De ahí que no sea extraño que habiendo experimentado grandes sensaciones en las dos primeras ocasiones en que tuve oportunidad de vivir esa experiencia en el ámbito del paraíso bordelés -en mi caso, con dos Mouton Rothschild (1990 y 2001)- pueda perderse la fe si, cuando se persevera en ello, se afrontan sonoros fracasos ya sea en forma de botellas "caídas" (Chateau Margaux 1987) o que no responden a lo ya conocido (2ª botella de Mouton Rothschild 2001).

Ello aboca, cuando menos en mi caso, a una cierta prevención cuando vuelves a acercarte a unos de estos monstruos enológicos, sabiendo lo que puedes esperar, pero temiendo lo que puede venir, tanto más cuando, en estas situaciones, si la cosa sale mal, la sensación de decepción es enorme.

Por ello, siempre es una alegría retornar al camino esperado, volver sobre los pasos esperados, retomar las sensaciones vividas... En suma, recuperar la confianza de la que se habla en el título.

Mantenida desde 2 días antes en posición vertical nos encontramos con una botella con muy buena presencia, nivel del vino por encima del cuello de la misma y una cápsula perfecta. Una vez rasgada esta última, el corcho se presenta limpio, sin restos mohosos.

La apertura tiene lugar 30 minutos antes de su degustación, la cual se produce a lo largo de las 2 horas siguientes. Servida a 14º y mantenida a temperatura ambiente. Sin decantación ni oxigenación adicional. Un corcho excepcional, largo y limpio, apenas tintado en una 1/5 parte de su extensión. Aún con una magnífica flexibilidad. Su apertura con el dos tiempos no planteó problema alguno. Comenzábamos bien.

En visual, se aprecia un color rubí de tonalidad oscura, que llena toda la copa, sin que se aprecien reflejos cobrizos o tejas en los bordes, ni diferencias ostensibles con el menisco. Con una capa 1/2-alta, el vino se presenta limpio, sin presencia de precipitado alguno, con una lágrima ligera. Un vino que, en su tonalidad, no refleja los 32 años que lleva a sus espaldas. Prometía la cosa.

En nariz, y a copa parada, la sensación es netamente frutal, con un fondo de exquisita madera y matices cremosos. Un vino que presenta una intensidad media-alta y que, ya desde el principio, se atisba elegante y complejo, y sobre todo, misterioso, sabiendo que esconde lo mucho que tiene que ofrecer. A copa movida, se intuye ya claramente la la presencia de la fruta negra (grosellas) y roja (cerezas) de buena densidad. En el fondo se aprecian trazas de tabaco rubio, mina de lápiz, notas trufadas, sotobosque, pimienta blanca y leves matices vegetales y de flores rojas. Y ese toque de madera, siempre presente, sutil y maravilloso.

En boca termina de enamorar. Con una entrada amable nos encontramos con un vino con excelentes mimbres, concentrado, magníficamente estructurado, con un volumen medio y excelente acidez. Sus taninos dulces y la excelente integración del mismo deja un paso por boca elegante y aterciopelado. Sin arista alguna y redondo en todos sus extremos, se bebe con absoluto deleite. La fruta siempre en primer plano, muy cremoso, sápido, y con algunos leves apuntes terciarios que no han hecho sino iniciar su desarrollo. Un posgusto larguísimo del que, por fortuna, cuesta desprenderse. Una auténtica maravilla.

Me decía un día el colega Bryce, hablando de las malas y las buenas cosechas de Burdeos, que, en el caso de los grandes, casi da igual (en especial visto el precio al que se ponen los mismos en el segundo caso), pues de estos vinos siempre se aprende. Y qué cierto es ello. 120.000 botellas, para un vino de una calidad inmensa.

Extraordinario vino. Un grande más en el curriculum y un montón de dudas despejadas.

190 euros.

 

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