El valor de un clasico

Nuestra visita al restaurante Neichel iba precedida de algunas reticencias, puesto que el estilo de los restaurantes a los que solemos ir suele ser mas cercano a la cocina de vanguardia. Las reticencias eran solo eso, puros prejuicios. El local está situado en una tranquila calle del barrio de Pedralbes y, es una mezcla un tanto pintoresca de diseño elegante y una cierta informalidad campechana. Tuvimos que la suerte de que fuera un día tranquilo y solo dos mesas estaban ocupadas. Al parecer la noche anterior, en cambio, había sido una locura, con las mesas llenas de grupos. El hecho de estar solos y la tranquilidad que eso comporta (y la ausencia de música, auténtica plaga de los restaurantes de hoy en día) hizo que nos pudiéramos concentrar en lo que realmente importa, la comida.
El servicio fue atento y profesional, realmente muy amable. La cubertería estaba, a mi modo de ver, un tanto anticuada, necesitada de una puesta al día. Y a la cristalería quizás le faltaba un plus de elegancia, especialmente dada cuenta del tipo de local del que estábamos hablando. En cuanto a la vajilla, las opiniones están divididas entre mi pareja y yo, por lo que no diremos nada sobre ella.
La cocina de Jean Louis Neichel nos pareció, en lineas generales, compleja y elaborada, sin grandes alardes de tecnología, pero si de técnica culinaria. Tuvimos la suerte de conocerlo y hablar con el durante unos minutos, y vimos el entusiasmo y la pasión que desbordan sus platos reflejados en su personalidad. Consideramos un auténtico privilegio haber conocido a alguien que lleva tantos años en lo alto de nuestro panorama gastronómico y, todavía es capaz de proporcionarnos un placer realmente increible durante todo el tiempo en el que estuvimos en su casa, porque así nos hicieron sentir. Escogimos el menú prestige, en el que el cocinero, utilizando los productos que encuentra en el mercado, elabora en ese mismo día una serie de platos a modo de menú degustación, que ahora pasamos a comentar.
En primer lugar nos sirvieron los aperitivos. Estos se sirven todos juntos y son los siguientes:
- Una royal de foie gras con manzana caramelizada, algo falta de sabor pero con una textura bien cremosa.
- Un tartar de salmón y bonito, con un marcado contraste de sabores, realmente delicioso.
- Una caballa ahumada con quinoa y gelee de vermut, excelente y que supo a poco.
- Una Vichisoise de puerros y albahaca, buena sin mas.
Los siguientes platos eran medias raciones, realmente entendidas de forma muy generosa y, que desde luego, servirían perfectamente para cerrar la boca a todos aquellos que dicen que en este tipo de restaurantes se pasa hambre.
El primer plato fue un gazpacho de tomate raf, fresones, cerezas con bogavante y langostinos. Era un buen plato, pero quizás le sobraban los fresones que daban un toque en exceso ácido. Como pudimos comprobar, las recetas de Neichel suelen ser muy complejas, con muchísimos elementos, lo cual siempre es un riesgo. Dice mucho de la maestría del chef que en la mayoría de los casos las lleve a buen puerto, obteniendo sabores marcados y equilibrados al mismo tiempo.
Continuamos con una terrina de foie gras con trufa, carpaccio de pato, chutney, mezclum de hortalizas al aceite de nueces. Bueno, pero quizás algo difícil de conjuntar todos los sabores.
Siguió un plato que creo que recordaré el resto de mi vida. El huevo poché con parmentier de trufas de verano. De una cremosidad realmente superlativa, el mejor plato con huevo que haya podido probar jamás. Un monumento a la mejor gastronomía. Todavía me estoy relamiento.
Y seguimos con el ravioli de mar y montaña, jugo de setas de verano, butifarra de perol de Ventalló y macarrón relleno de bogavante, explosión de sabores y, al mismo tiempo, elegancia en estado puro, obtenida a base de aunar una multiplicidad increible de elementos.
Para terminar una trilogía de auténtico vértigo, la lubina a la mostaza (1982), con arroz integral venere, que nos mostró otro de las características de su comida, el punto perfecto de cocción de pescado, auténtica piedra de toque de cualquier cocinero.
El siguiente plato, el lomo de cordero con costra de ajo y hierbas, con spretzel alsacianos caseros, perfecto como ejecución, quizás estaba algo excedido en el sabor de la costra para poder ser considerado excelente, aunque a mi pareja si que se lo pareció.
Unos buenos quesos y un excelente prepostre (un helado de menta con crema y arena de galleta, que supo a poco) fueron el preludio a una tarta tatin servida con fruta fresca. Buena, pero sin llegar a la altura del resto de la comida. Terminamos con unos petit fours de la vieja escuela que combinaban muy bien con el café.
Durante la comida tomamos un Riesling Zienhelt de 2010, muy aromático y de una acidez justa, que nos maridó perfectamente, excepto con la carne. De postre nos sirvieron un Sauternes de 2005, elegante y sabroso que nos encantó realmente.
Resumiendo, una comida magnífica, que hace que Neichel pase a estar en nuestra lista de los mejores restaurantes, a los que deberemos volver lo mas pronto posible.

  1. #1

    Javisa1402

    No me extraña que disfrutaras, yo también tengo un recuerdo buenísimo de este restaurante.

  2. #2

    Joan Thomas

    Hola,
    Efectivamente, Neichel es un restaurante muy bueno. Cada vez que he ido, he salido muy satisfecho. Felicidades por ese buen momento pasado entre sus paredes.
    Un saludo
    Joan

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