Cena veraniega y tormentosa. Lo que empezó siendo una noche muy agradable se convirtió en un despropósito carísimo. Debido a un chaparrón y solo gracias a un camarero conseguimos reubicar os en el salón interior ( el jefe de sala un estúpido). La comida, salvo excepciones, es muy escasa y con una relación calidad-precio pésima. Solo se salvan las flores de calabacín y los postres, sobre todo la torrija, creo que la llaman saludable, exquisita las cosas como son.
Vergonzante me parece el carabinero con verduras ("para compartir") y la perdiz que salvo un mismito el resto parece una tajad de pollo reseca.
Con una botella del viognier de Vallegarcia, que la verdad lo recordaba mas rico, y sin cafe ni copas salimos a 85€ por cabeza y de verdad que no lo vale en absoluto. Yo subiría a disfrutar de las vistas y me iría a cenar a cualquier otro restaurante, mejor y a la mitad de precio...