De tuertos y ciegos.

Pues estamos de nuevo ante un "restaurante" -si aceptamos como restaurante un sitio que use caminos de mesa- que debido a la escasa calidad -y cantidad- de la oferta en restauración nipona en la ciudad, le hace ser uno de los que mejor la practican, pero que por si sola, en cualquier otro sitio, no dejaría de ser una cocina bastante justa.

El sitio está en pleno centro y zona noble de la ciudad. El local es nuevo, y relativamente bien decorado, japónicominimalista, con el comedor en la planta inferior, y algunas mesas en el bar donde se puede comer lo mismo que en la sala principal, pero de forma bastante más incómoda. Servicio raro, hay que cogerle el punto.

Carta de vinos floja, como el servicio y a precios desgraciadamente habituales, 2,50€ de cada copa de rueda, y 8,95€ de un viñas del vero blanco.

La cocina no está mal, sin más, aunque no tengo muy claro si pagas más de lo que vale, pero por un lado, tienes sushi diferente del maki y nagiri del que no salen otros restaurantes, o por lo menos varientes de ellos. Aunque en un fino ejercicio de incongruencia, acabamos pidiendo lo más típico, udon (8,95€) y témpura a compartir, ambos bastante correctos, y unos makis variados (puestos en carta de forma un tanto extraña) de atún rojo, gamba y cangrejo japonés (el mejor), a 5,95 los dos primeros (3 uds) y 12,95€ el último (igualmente 3 uds).

Total 71 € de 3 personas, por una comida justita, pero que desgracidamente es de los pocos sitios de comida japonesa de calidad razonable de la ciudad.