Al bajar de Bronchales nos desviamos para acudir a este restaurante que merece la pena. Comimos de picoteo, con todos los platos al centro. Tomamos, morteruelo, ajo arriero con mojama, estofado de rabo de cerdo con caracoles, gazpacho manchego, y un plato de queso curado. Regado con un Ramón Bilbao. Terminamos con una trata de café a compartir y cafés.
Todo buenísimo. La pena, lo lejos que queda el restaurante. Sin duda, para ir sí pasas por la zona.
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