Típico pero honesto

Ir a Lisboa y no comer bacalao es como venir a Valencia y no probar alguno de los magníficos arroces que aquí se preparan.
Este restaurante tiene una carta no demasiado extensa pero variada en cuanto a formas de tomar este plato tan típico. Nosotros probamos algunas de las más clásicas. De entrada unas croquetas caseras de bacalao (recuerdan a las de casa, de verdad)y un carpaccio de bacalao con queso parmesano, aceite de oliva y cilantro; de plato fuerte, bacalao a brasa y bacalao Tía Palmira. El primero en su punto, no excesivamente seco y bien tratado. El segundo, unos lomos envueltos en hojas de col, que quedan crujientes, quizá servidos sobre demasiado aceite de oliva. De postre unas "farofias" con crema de leche, especie de natillas que acompañadas por la crema son ideales para los muy golosos. Para terminar cafés e infusiones. Acompañamos la comida con un albariño portugués, Muralhas de MonÇao 2008, servido en buenas copas de blanco y a temperatura correcta, elegido de una carta bastante completa de referencias portuguesas que incluye algunas importantes de otros paises.
Atención y servicio mejor que correcto; manteles, cuberterías y copas de nivel alto. Entorno agradable, se trata de las antiguas caballerizas de un palacio, que se han convertido en un amplio restaurante, de techo alto, bien iluminado y con decoración sencilla. Muy agradable y relajado. Por poner un defecto, está un poco alejado del centro, por lo que no hay muchos turistas, más bien se trata de un restaurante medio/alto para los propios lisboetas. Muy recomendable.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar