Aunque ninguna de las mesas al alcance de nuestra vista tomó ostras.
Local grande con mesas pequeñas. Iluminación escasa. Vajilla, cubertería y cristalería corrientes. Servicio disperso y distante que no hablaba español y poco inglés. Vino x2 y más. Público básicamente local.
Cenamos un surtido de marisco sin ostras (medio bogavante, medio buey de mar, media docena de langostinos y un platito de quisquillas) servido sobre hielo (el plato auxiliar llegó un cuarto de hora tarde) y un entrecot de Black Angus algo pasado.
Una botella de Cuvee Rosario 2000 a buena temperatura, un café y una Coca Cola completaron la cena.
Lo mejor del restaurante, la sala para fumadores. Espacio amplio donde poder disfrutar de una sobremesa tranquila fumando un buen cigarro.
Como curiosidad, la carta que le dieron a mi mujer no tenía precios.
Tuvimos que pedir que nos aplicasen el descuento del 50%.