Sin duda los objetivos de este restaurante quedan claros tras la visita: alta cocina, en un marco lujoso y elegante, servicio impecable y atención al cliente. Todo ello sin escatimar precio, por supuesto, no es barato. Impresiona el marco: Un maravilloso hotel ( Abama) que rezuma elegancia, comodidad, placer y dinero. Excelente carta de vinos y magnífica atención del sumiller, con precios insisto muy elevados, a tono supongo con su clientela habitual. Servicio impecable, amable, discreto coordinado, pendiente de cada comensal, sin interrumpir , pero sin abandonar, elegante y discreto. Magnífica y pulcra disposición de la mesa, abierta , sin estorbos innecesarios, invita a una comida de altura. Menú de 90 euros, sancks, 3 entrantes , dos segundos y dos postre. La cocina de Erlantz, claramente influenciada por Berasategui, muestra sin embargo su propia identidad: finura, elegancia, discrección , sin perder sabor ni claridad en cada producto, más sorprendente que creativo, cromático en las presentaciones pero sin excesos o acúmulos. Destaco una composición en copa llamada Gin fizz donde las texturas, temperaturas, amargos, dulces y ácidos se integran de forma milagrosa. Magnífica gelatina de foie, con dulces y amargos, piensas en toda su complejidad mientras no dejas de sentir el sabor fino y persistente del foie( como debe ser, ya que es un plato de foie). Por último un postre de naranja, yogurth y aceite , tan sublime y provocador, como delicioso y apetecible. 150 euros con algo menos de un vino por cabeza. Un privilegio caro, pero estimulante, aunque no tanto como lo fue la compañía
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