LLegamos al restaurante Trigo con los amigos Jaime y Luis Suárez después de un fin de semana maratoniano de comidas y buenos vinos. Y, sin saberlo, nos esperaba la traca final. Dado que nuestros amigos llevaban unos cuantos vinos para la cena (tapados, para hacernos sufrir :-), Victor Martin, el cocinero del Restaurante, nos propuso ir preparando algunos platos buscando un maridaje con los vinos que acabábamos de llevar, más algún otro que nos iría ofrecindo Noemí Martínez, la sumiller y responsable de sala (también a ciegas).
La larga etapa empezó con un sandwich de brandada con ortiguillas (como homenaje a nuestra tierra) maridado con un Riesling de Georg Breuer, en concreto el Terra Montosa 2001, muy redondo, con las notas empireumáticas justas. Continuamos con un plato de de espárrago blanco de Tudela (¡ojo!, de Duero) asado con un estofado de lentejas que Noe nos hizo acompañar con un Domaine de L'Hortus Grande Cuvée Blanc 2009, VDP Val de Montferrand, un vino mayoritariamente de chardonnay, con algo de viognier y roussanne, con buena estructura que aguantó perfectamente la potencia del espárrago.
Seguimos con el que fue, para mí, el plato estrella de la noche, un mar y montaña, con una cigala sobre una base de caldo con mollejas de cordero y alcachofas de Tudela que estaba verdaderamente increíble. El maridaje en este caso fue un Grande Cru Clasée de Pomerol, el Chateau La Conseillant 2005, con un 80% de merlot y 20% de cabernet franc, elegante y muy sobrio. Seguimos subiendo el Tourmalet con un nuevo plato de pescado con toques árabes(Virrey con cuscus) y nuevo vino: Au Bon Climant 2008, un Pinot Noir calforninao de Santa Barbara Country. Para mí este vino fue una gran sorpresa por su elegancia en nariz, muy floral, y un paso por boca vivo pero ya bastante redondo.
Dado que los estómagos ya empezaban a quejarse, Víctor nos propuso reducir algo el tamaño de las raciones para poder llegar a catar todos los vinos que aún nos faltaban. Y, con ese nivel de sufrimiento, nos embarcamos en el siguiente maridaje en el que también tuvimos que jugar a averiguar el tipo de carne del plato: resultó ser una Pularda en dos texturas (a la plancha y confitada) que tuvo el honor de ser acompañada con un soberbio y espectacular Viña el Pisón 95. ¡Increíble como estaba ese vino!. A ciegas todos en la mesa nos decantamos por un grande de Burdeos, por los matices especiados, incluso por los matices de un gran cabernet, lo que nos hizo preguntarnos en lo que realmente hay plantado en la Viña del Pison, además de Tempranillo. Algún día tendré que preguntárselo a Juan Carlos López de Lacalle :-).
Aún nos quedaba un plato para alcanzar la cima. Fue un rabo de toro estofado con verduras mini, que le hizo los honores a un magnífico Quínola 2006, elegante, amplio y sabroso, la primera añada de este vino de garaje de la DO Toro que elaboran los hermanos Suárez.
Para el descenso de la montaña, finalizamos con una pequeña degustación de quesos (siento no recordar a estas alturas ya los nombres) y un postre de dátil fresco en láminas con una espuma de vainilla y helado de capuchino, perfectamente ensamblados con un Porto de Taylor's, un Croft Vintage 2009 vivo (casi recien nacido) y sorprentemente fresco.
LLegados al valle, tocaba hacer una pequeña parada y refrescarnos para coger fuerzas y llegar al hotel. Y, para eso, nada mejor que un GinTonic con Mombasa y corteza de lima, charlando también con, ya más relajados, Victor y Noe, la estupenda pareja que gestionan este buen restaurante.
Esta cena fue una gran "etapa" de alta montaña en la que lo mejor fue, sin duda, poder disfrutarla con muy buena gente.