Leo el resto de comentarios, y la verdad, no entiendo qué vieron de tan bueno a diferencia de mi.
La verdad, fui por curiosidad (todo y haber escuchado malas críticas), ya que quería ver la carta de vinos. Ésta, como tal, es aceptable, pero está descompensada con la idea real del restaurante; los precios, no obstante, están bastante ajustados, por lo que vinos caros, se combierten en asequibles.
Las copas Riedel, bien seleccionadas, pero fuera de contexto. La cubertería rallada y en total descompensación con las copas y la vajilla.
La sala es extremadamente pequeña, mal decorada, simple y con una combinación de estilos íncongruente. Las mesas son pequeñas, la decoración de las cuales está caracterizada por diferentes tipos de hiervas aromáticas (en nuestro caso "farigola llimonera"), en un tiesto (con arena), hecho que no es muy agradable, ya que posteriormente se servirá comida en la misma mesa. Las sillas son viejas y recuerdan a las que uno puede encontrar en la oficina. Cabe decir, no obstante, que es una sala con mucha luz natural y puedes llegar a oir el agua de la fuente de la entrada.
El diseño y maquetación de la carta física (tanto la de oferta gastronomica como la de vinos), está muy poco pensada, elaborada y mimada. Sin división de entrantes, segundos y postres (uno se lo debe imaginar por el precio).
Los precios son excesivamente caros por lo que es el trabajo de la cocina. Y con esto me refiero a los tiempos de cocción, no precisados; los contrates de sabor, inexistentes; la presentación, poco acurada, puesto que los platos no están ni repasados; falta de magia, que es lo que hace vibrar la cocina de un restaurante...
El pan es de las pocas cosas que mereció la pena, lástima que no teníamos ni un poco de aceite para acompañarlo, ni salsas para poder untarlo.
El servicio fue pésimo, profesionalmente hablando. El trato personal correcto, salvo la prepotencia de la que, interpreto, era la maître.No se molestaron ni en quitarme las migas una vez acabé el segundo plato,ni el servicio de pan (porque no hicimos postre).
Nos trajeron una servilleta deshidratada para limpiarnos las manos después del marisco, la cual hidratoron con simple agua hirviendo (y luego no nos canviaron al servilleta).
No nos atrevimos ha hacer el menú degustación hicimos carta y no llegamos a los postres por miedo a lo que nos podíamos encontrar.
Mi crítica se basa en la visión detallada del restaurante en un aspecto global, y no sólo basándome en como fue la experiencia personal.
Yo, al restaurante en sí, les recomendaria menos platos de la montgatina y copas riedel y más profesionalidad, educación, honestidad y, por lo menos, una buena silla donde poderme sentar. Sinceramente, salí defraudado.