Sensación agridulce

Comida en pareja en una pequeña mesa bien vestida al fondo de un local cuya decoración está inspirada en la China imperial.
A pesar de que su menú degustación "Ruta de la Seda" no incluye su plato estrella, el pato imperial, nos pareció buena idea optar por aquel por aquello de la variedad. Nada de lo probado nos hizo lamentar la decisión, todo lo contrario. Después de tomar como aperitivo una especie de buñuelo de langostinos y verduras, el rico menú constó de lo siguiente:
Sopa agripicante.
Flores de langostinos con salsa chili.
Rollos rellenos de shiitake y verduras.
Ha kao de langostinos y jengibre.
Xiao long bao de txangurro con caldo de marisco.
Dim sum transparente relleno de boletus con trufa negra.
Arroz salteado con solomillo de vaca vieja y perlas de huevo.
Magret de pato crujiente con salsa de naranja.
De postre, torrija cantonesa a las cinco especias chinas.
La carta de vinos está bien surtida, con numerosas referencias tanto nacionales como internacionales, eso sí, a unos precios bastante inflados. Algunos resultaban incluso groseros. Por poner un ejemplo, Manzanilla La Guita a 32 € la botella. Daban ganas de no pedir vino. Aún así, disfrutamos en copas Schott de un rico rosado burgalés, Dominio del Pidio 2020 (41 €).
Terminamos con un café (3.50 €) y un té rojo (6 €, al parecer era premium).
El servicio fue bastante profesional.
En resumen, una cocina china sobresaliente empañada por los altos precios de los complementos. De hecho, el razonable precio del menú (45 €) subió hasta los 75 € por comensal, dañando considerablemente la relación calidad-precio. Incluso el aperitivo no solicitado fue cobrado aparte (2.50 € cada buñuelo). Por cierto, el agua mineral en Madrid no tiene razón de ser.