Una tasca a la que hay que ir alguna vez

El Tropezón es un bar (más bien tasca de batalla...) que forma parte de la mitología nocturna barcelonesa. Situado en el Gòtic, ha cumplido este año los 50. ¿De qué le viene la fama? De lo cutre del local, los precios moderados, lo aceptables que están sus tapas, su empinada escalera, el lavabo infame... Frecuentado por guiris y estudiantes universitarios, no es habitual visitarlo con contrato de trabajo fijo pero esta vez lo hice con unos amigos. 

Sábado noche pero nos consiguen mesa y eso que éramos 5. El sitio es bastante apretado. Subimos al piso de arriba (de hecho, sería una especie de loft) cuyo techo está a 1,80m de altura. Mesas pegajosas y bancos sin respaldo (aunque puede hacer la misma función la espalda de otro comensal). Todo muy apretado y bastante incómodo. Para beber, una Coca-Cola de lata (2 eur) y un par de jarras de sangría de litro (a 11 eur la unidad; quizá la peor relación calidad-precio ya que el vino era de batalla pero ya se sabe que que esta bebida es imprescindible en el PIB de la Ciudad Condal...).

Para comer compartimos:

- Sus famosas bravas (5.50 eur). No son una maravilla, la salsa brava casi no se nota pero el allioli está omnipresente.

- Pescaíto frito (6 eur). No me convenció, lo encontré muy seco.

- Chorizos al diablo (5 eur). Servidos en una cazuelita caliente, no picaban mucho y estaban demasiado duros. 

- Croquetas (6 eur las 5). Me gustaron, parecían de cocido, bastante sabrosas.

- Pan con tomate (pedimos 2 raciones: 3 eur). Correcto y abundante.

- Chocos de sepia (6 eur). También estaban ricas.

No acabamos hartos pero tampoco hambrientos. En resumen, no es un lugar para una primera cita pero vas a lo que vas... a pasar un buen rato con colegas, ver que la Barcelona de hace 25 años sigue igual aquí y degustar las tapas de siempre cogiendo el puntillo etílico sin llegar a gastar un billete azul. Y por cierto no nos sentó mal la comida.