Segunda noche en Cuenca, buscamos un sitio un poco más moderno que la víspera. Fuimos al Romera, se ve que es uno de los restaurante de moda de Cuenca.
Local pequeñito con original decoración sobre temática ciclista (una bici en el exterior, más en el interior con carteles sobre el Tour y otras carreras emblemáticas, mantelito individual vintage tipo anuncios de tienda ciclista…) Casi se llenó.
Buena atención de las camareras, pero la comida no sigue.
Nos decidimos por plato principal único, un postre y una copa de vino. Nos preguntaron tanto por el principal como por el postre si era para compartir…
Surtido de vino por copa pobre, sólo dos blancos, un semi-dulce y un Verdejo. Nos decantamos por este último (3€/copa), no casó para nada con la comida, demasiado afrutado, yogur de fresa…
Vamos a la comida. Para mí, un arroz meloso de calabaza y calamar. Me traen un platito de arroz con sabor a mejillones. Tenía DOS mejillones, supongo para realzar el sabor y evitar la insipidez… Para ella, albóndigas teriyaki, 3 piezas sobre unas raras verduras.
Postres: para mí, un postre con helado, nata y polvo de galleta, pomposamente llamado crumble de no sé qué. Eso sí, bonito. Para ella, un “trufamisú”, trufa de chocolate/café con espuma blanca. Toda la comida entre común e insípida.
Precios un poco inflados por la calidad propuesta.
A la mesa vecina, una pareja tenía un primero con una presentación espectacular, de Royal de Foie con crumble de setas, pero no llegaron a terminarlo.
En resumen, de moda, platos espectaculares (no los nuestros), pero fama inmerecida.
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