Un italiano diferente

Me gustó bastante, situado en el barrio de Gràcia, de decoración muy sencilla, mesas corridas sin mantel y con servilletas de papel colocadas junto a los cubiertos en recipientes en las mesas. ïbamos un grupo de 6 y nos sentamos en una gran mesa que era un tronco de árbol muy pulido. El nombre tiene relación con un jardín interior con algunas mesas, nostros nos acomodamos en el interior, más fresco por el aire acondicionado en un caluroso día de julio.

La carta es muy corta, esencialmente entrantes y pizzas. Compartimos los primeros: ensalada de tomate y cebolla, stracciatella de burrta (la parte central y más cremosa de este queso), tabla de embutidos -con uno muy sabroso que se llama porchetta- y una focaccia excepcional.

Las pizzas excelentes, para compartir entre 2 ó incluso 3.  La mía de cabrales, gamoneu y otro par de quesos excelentes.

Referente a los postres un carrito de helados del Rocambolesc preside el local, allí hay tanto helados de vasito (limón y albahaca, manzana al horno,...) como polos muy originales, presentados dentro de cajas de cartón.

La carta de vinos es casi testimonial y las copas muy flojas, no tienen vinos italianos.

Los precios contenidos y más contando estamos en Barcelona, en comparación los helados son más caros (5,80€ los vasitos de 2 bolas y 5,20€ los polos). Salimos a algo más de 27€ con algunas cañas y un par de cafés.

Lo que menos me gustó del restaurante las sillas, en nuestra mesa taburetes muy incómodos.

Servicio muy amable, te dan todo tipo de explicaciones sobre la comida. Hay que destacar que te ofrecen platos fuera de carta e incluyen en la información el precio de los mismos, muy buen detalle, inhabitual.