Buscando cocina neerlandesa tradicional y gracias a una famosa guía de la ciudad encontramos este acogedor restaurante alargado con un puñado de mesas bien separadas y paredes de madera repletas de fotografías y otros objetos. Nos situaron en la única mesa que había junto al ventanal donde disfrutamos de un estupenda comida para dos.
Dejándonos guiar, empezamos untando en pan tostado una mantequilla con ajo y cebollino y una especie de salsa alioli con jengibre. A continuación, "erwtensoep" o sopa de guisantes espesa con salchicha ahumada, y ensalada de arenque. Como platos principales, "stamppot", que es el plato nacional y que consiste en patatas chafadas con salchicha ahumada y albóndiga de carne, y estofado de ternera. De postre, pudin de chocolate con nata y ponche de huevo, y un gofre con chocolate caliente, nata y helado de vainilla. Unas ricas cervezas holandesas Dommelsch acompañaron a la perfección.
El servicio, excepcional. De hecho, el cocinero terminó deleitándonos durante el postre con su acordeón.
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