Se trata de un pequeño hotel familiar ubicado en una casona de casi 500 años, el restaurante, abierto para huespedes y ajenos, es pequeño, coqueto y muy acogedor. Ofrece la mejor materia prima del entorno elaborada con cierto eclecticismo (los propietarios son ingleses), algo de sofisticación y muy buen gusto. Una oferta personal y acertada que se complementa muy bien con el entorno y seduce desde el momento en que uno llega a la puerta. La carta de vinos recoge un buen número de referencias con presencia de gran parte de las DOs Españolas, su servicio es más que correcto, familiar, pero con profesionalidad y seriedad. Lo recomiendo encarecidamente, cuando fuí por primera vez supuso una muy grata sorpresa.
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