Con esta frase de manera vehemente justificaba Marie Chartier la enorme longevidad de los vinos.

Amarillo claro con reflejos verdosos. Tremendamente claro para tener casi 30 años de edad.

En nariz ya se nota algo más de evolución que sus hermanos menores, pero aun sigue manteniendo una frescura impropia de su edad. Melón de Cantaloupe, menta, profunda vena mineral, concha de ostra.

En boca también muestra su insultante juventud. Fruta fresca, acidez superlativa, de esa que asusta a los pusilánimes. Impresionante estructura para una uva y denominación denostada y desconocida. Un vino que demuestra que los prejuicios y las ideas preconcebidas conducen muchas veces al error. Un vino que con casi 30 años se mantiene con una altivez que ya quisieran para sí otros vinos de más prestigio y muchos más ceros.

Grandioso.