Acudimos a este restaurante por descarte. Nos encontrábamos de viaje por los alrededores de Calamocha y el que nos habían recomendado estaba cerrado por reformas, otro del que teníamos referencias no reservaban… y éste, del que apenas teníamos referencias, estaba abierto y reservaban sin problemas.
Nos encontramos con un restaurante rural, de ambiente y decoración rústica y sencilla…. totalmente vacío. Esta circunstancia por un lado nos escamó un poco y por otro nos alegró, ya que éramos 12 comensales, 6 adultos y 6 niños.
Nos recibieron con cariño y simpatía, nos acomodaron perfectamente, nos aconsejaron bien, y procedimos a degustar esta cocina de mercado, que aunaba raíces con pizcas de modernidad.
---Entrantes al centro:
• Ensalada de la casa, que estaba riquísima sobre todo por la presencia de cebolla frita crujiente casera, tipo la de Ikea.
• Pimientos rellenos de boletus. Buenos pimientos y sabroso relleno.
• Cangrejos de río en salsa de tomate y whisky. Ya les tenía yo ganas a los cangrejos de río, hacía tiempo que no los disfrutaba. Bien hechos, picantotes.
• Caracoles en salsa española. Cumplió a rajatabla el viejo refrán de “vale más la salsa que los caracoles”. Sin desmerecer a los caracoles, pero… ¡qué salsa!.
---Segundos, también al centro
• Codornices rellenas de foie. Guisadas, no estaban malas pero carecía del sabor de otros platos.
• Chuletón. Excelente carne.
---Postre
• Tarta casera de queso. Buena, sin más.
Carta de vinos discretita, en la que encontramos alguna cosita interesante como un blanco 2010 de Rueda, Señorío Real, y un coupage garnacha - syrah de Cariñena, Jabalí 2009. Copas decentes.
Trato absolutamente familiar, brindado por el propio Carlos Arguiñano (primo, según nos contó, del mediático cocinero vasco). Además de atendernos y “leernos” de maravilla, nos amenizó los postres con dos chistes antológicos. Y, para que los niños nos dejaran tomarnos a gusto el café y el gin tonic, tuvo el detallazo de encenderles la Wii que tiene conectada a la televisión que preside la sala y prestarnos los juegos de sus hijos. Una gozada.
Si vuelvo a Calamocha, volveré a Carlos Arguiñano.
P.D.: el precio por persona es el que estimo por adulto.