Cuidado restaurante rústico de techos y columnas de madera, suelos de barro cocido, paredes estucadas en crema con cenefas de ladrillo... ubicado en la estrecha y empinada calle principal de Alcalá de la Selva.
Al entrar es oscuro, cálido, íntimo. Si avanzas, en el otro extremo encuentras una deliciosa zona, muy luminosa, abuhardillada, que da a una preciosa terraza panorámica, decorada con curiosas esculturas de hierro y macetas.
Cocina turolense, específica de esa zona montañosa, con omnipresencia de la trufa, que tan generosamente se encuentra muy cerquita de ahí y de los huevos de corral.
Tomamos, probando un poco de todo:
---Migas de Aragón: bien hechas, jugosas y sabrosas. En ellas ya apuntaba el huevo...
---Huevos trufados con jamón D.O. Teruel: espectaculares. Como una fina lasaña de patata y jamón, sobre ella una capa de huevos fritos, coronados con abundante ralladura de trufa. Una delicia. El conjunto del plato es estupendo, destacando los huevos, de los de antes, de corral, pero de verdad. ¡Qué sabor!. Chimo, "el jefe", nos comentó que, además de la calidad de los propios huevos, que le proporcionaban en un caserío de la montaña, había algún otro secretillo que... me pidió no revelara.
---Carrilleras al vino tinto, que de aspecto parecían un poco secas: nada más lejos de la realidad. Bien ligadas y suculentas, riquísima la reducción de vino.
---Solomillo con trufa de Sarrión. Excelente carne cubierta por profusa trufa rallada. Gran bocado, mejorado por la sal volcánica que te sugieren de entre las tres que te sirven (rosa, Maldon y volcánica).
---De postre, un Yogur de leche de oveja. Fino y con un fuerte sabor.
Correcta carta de vinos, mejor tratados que en los restaurantes de su división. Chimo, al ver que me gustaba el tema, me ofreció una garnacha de Cariñena fuera de carta, que resultó un bombazo: Luna de Agosto. ¡Cómo maridó!
Servicio perfecto, prestado por el propio Chimo que "estaba en todas".
En resumen, disfrutamos de un gran almuerzo, con inmejorables materias primas, destacando el señorío de la trufa y la llaneza del huevo de corral, en un restaurante que te ofrece con honestidad sus productos y su cocina y te sorprende con detalles infrecuentes en estos establecimientos rústicos, como la carta de aguas, las tres sales para la carne, o ese vino exclusivo fuera de carta.
Absolutamente recomendable.
Repetiré, por gusto, y para probar la Paletilla de Ternasco con Láminas de Trufa, ya que en esta ocasión me quedé con las ganas pues las cocinan solo por encargo.