Diferente.

No resisto la tentación de volver a catar este “descubrimiento” que tanto me gustó hace un mes. Quería comprobar si no fue la emoción del momento en las montañas las que me llevó a disfrutarlo tanto.

No fueron las montañas. Es un vino curiosísimo y la cata es consistente con la anterior. Con esos sutiles aromas minerales y de hidrocarburos. Y ese cuerpo ligero pero que entrega todo lo que tiene que aportar: minerales, amielados, cítricos... y con buena persistencia. Y un amargor suave y delicioso, que resulta curioso porque a la vez el vino es algo goloso.

Y, por cierto, suelo decir que no comento el color de un vino a menos que sea reseñable por algún motivo. En este caso es un amarillo pajizo pero con cierta turbidez. Lo aprecié en la primera cata y pensé que quizá era cosa de la botella, pero este es igual. De modo que no hay que ser “limpio y brillante” para ser un gran vino!

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