Potencial de guarda brutal

Hoy nos encontramos con un vino de una D.O. que no conocía, Arlanza, una zona situada al sur de la ciudad de Burgos. Este vino ha sido elaborado por Olivier Rivière, un enólogo inquieto y muy admirado por su gran capacidad técnica, tanto en el campo como en la bodega. Pero vamos con la cata. Abrimos la botella y la dejamos respirar durante una hora. El tapón sale perfecto, en excelente estado y tintado sólo en su base. Servimos a 16°C:

VISUAL: De color rojo picota de capa media-alta, brillante, con el ribete amoratado. De lágrima fina, abundante y transparente (93).

OLFATIVA: La primera impresión es frutal, a guindas en licor y un tanto floral con la presencia de rosas rojas. Al agitar apreciamos ahumados y finos tostados de la barrica, especiados de fenogreco y nuez moscada, herbáceos de tomillo y unos sutiles terciarios de cacao, tabaco de pipa, cuero ruso, regaliz y roble. Al final se muestra balsámico con unos agradables recuerdos mentolados. Posee una excelente complejidad y una intensidad media-alta (92).

GUSTATIVA: En boca se presenta poderoso, muy buen ataque, opulento y un tanto carnoso. Su acidez es alta y con los taninos haciendo acto de presencia. Muestra una estructura rocosa y a la vez muy equilibrada. Paso por boca algo tánico, pétreo. En retronasal nos devuelve notas de fruta en compota y recuerdos minerales como de tinta china, incluso con un punto arcilloso. De persistencia larga, casi tres minutos. Un vino en plena fase ascendente, con un potencial de guarda brutal pero perfectamente disfrutable en este momento. Otra D.O. catada con un producto sobresaliente. Grata sorpresa, caldo de fabulosa manufactura... nos ha encantado. Tenemos una segunda botella que dejaremos en bodega unos añitos ya que la cosa promete (93).

La RCP la considero muy buena, pues pese a costar en torno a los 27 euros, estamos ante un gran vino.

Otro Lunes con nuestro surtido de embutidos que acompañamos de este delicioso vino, otro fantástico maridaje, un buen reserva con un excelente jamón ibérico. Nos entra un poco de "morriña", pero lo disfrutamos como enanos.