Abierto 1 hora antes. Corcho tintado hasta la mitad. Salió prácticamente destrozado en dos partes. Entre el biláminas y el profesional se logró sacar no sin problemas, pero sin que el vino se viese afectado.
Vista: maravillosa gama cromática, con rubís marronosos en el centro de la copa, tornándose hacia los extremos de bonitos colores castaños, cobrizos y anaranjados. Ribete ambarino claro. Con brillo aún. Capa media. Limpísimo, sin un precipitado. Una auténtica preciosidad.
Nariz: Presencia de fruta roja, con suaves dejes alicorados que no molestan. Tostados, maderas nobles, establo, carne cruda, algo de mineralidad. Con el tiempo -casi dos horas de comida- se va abriendo, desplengando una paleta aromática de mayores registros con trufas, tierras húmedas, ahumados, cueros, notas balsámicas...
Pero es en boca donde resulta definitivo. Fruta roja siempre presente en primer plano con guindas y cerezas aciduladas sobre una base licorosa que, por su finura, resulta de una elegancia súblime. Trasfondos de marqueterías, cuero viejo, caza menor, notas de tábaco.. En las últimas copas, aparecen los amargos, con recuerdos de cacaos y cafe negro y alguna especia picante (pimienta) que, lejos de estorbar, lo complementan al dotarle de un plus de contundencia. Con un paso por boca casi de puntillas, elegante, terso y casi diría juvenil, vivaz, alegre, para finalizar con una vuelta a la fruta roja que se confirma en retronasal.
Sin duda, uno de los mejores viejunos que he tenido ocasión de probar. Y eso que, al tener tres botellas, no me he podido resistir y 24 h. después de recibirlo ya he abierto una.
Una demostración más de la grandeza de la añada 68. La que nunca me ha fallado.
30 euros. Un regalo.