CASERA CON MAYÚSCULAS. El local es la salita de estar de una casona del Realejo, muy cerca del centro, con ventanas muy altas, postigos de madera, y visillos de punto. Cabrán unos 25 comensales, calculo, es pequeñito, pero hay espacio suficiente entre mesas. El servicio es muy atento, conoce perfectamente el menú por si tienes alguna duda, sirven rápidamente, todos los platos a la vez impecablemente (teniendo en cuenta la minúscula cocina).

La cocina está a la vista, en un lateral de la sala. La carta es bastante amplia, unos 20 entrantes distintos, y quizás algo menos de platos principales. TODO lo que probamos estaba francamente bueno, muy sabroso y en su punto, sin ningún artificio, y con alimentos frescos. Las croquetas de rabo de toro, enormes, crujientes sin una pizca de grasa, untuosas y ligeras; el pastel de calabacín y gambas muy ligero y sabroso; el gratinado de setas con un sabor muy intenso (muy bien elegido el queso, por cierto) para mí, mi favorito. La carne se fundía en la boca, y los calamares rellenos en tinta ajena que pedí estaban en su punto perfecto. De postre, un par de tartas, y un original bavaroisse de chirimoyo y caqui muy de temporada, pero quizás algo falto de sabor, el chirimoyo nunca lo he probado en ningún postre elaborado que me convenza. Buenas copas para el vino, muy poca variedad, a precios muy razonables, el de la casa a 8 euros, creo recordar, y un Rioja La Montesa y el granadino Calvente Guindalera a 15 euros, que estaban bien buenos.

En definitiva, un lugar para volver, fuimos un grupo pequeño, y salimos muy contentos. Es pequeño, y conviene reservar. Durante la semana tienen un menú del día por 12 euros que creo que es la repera. Unos 30 euros por persona incluyendo entrantes compartidos, postres compartidos y 4 botellas de vino. RCP espectacular.