Y como dice Jerónimo, los hoteles son para dormir, salvo honrosas excepciones, y este no ha sido el caso.

Local más adecuado para acoger el desayuno del hotel que para una cena.

Cena degustación Caviar, así lo llaman y el menú completo no contiene más de una cucharilla de café de caviar entre todos los platos, algunos a los que se les añade el caviar sin ton ni son.

Seis platos (nos cantaron siete, pero uno desapareció) de los que únicamente destacaría el pichón con cous-cous, al que no le pudieron acompañar de cous-cous porque no les quedaba.

También aceptable el bacalao a la brasa sobre guiso de callos de bacalao, si tienes la prudencia de apartar una especia de hummus de garbanzo, sobrepasado a rabiar de comino.

Para el postre un tocino de cielo, lo mejor de la cena con diferencia.

Servicio de sala inexperto, sin saber responder porque se había "caído" un plato de lo cantado, o mejor dicho, respondiendo que lo que estábamos comiendo era pichón no cerdo.

Maridamos la cena con cinco vinos, todos traídos a la mesa ya servidos, en copas inadecuadas, el rosado y el dulce llevaban claramente más de un par de días abiertos, el tinto servido a unos 6º. Yo, que me lo bebo todo, me costó.

En definitiva, un restaurante del que se espera algo más y que justifica sobradamente que a Granada hay que ir de tapas.