Efectivamente, “no solo cañas”.

Uno acude a este bar/restaurante pensando en tomarse unas tapitas y se encuentra con “algo más”.

El local es sencillo, la inversión austera, el mobiliario discretito, pero las ganas y el buen criterio lo convierten en una moderna, desenfadada y acogedora propuesta centrada en la conspiración de naranjas, blancos y negros.

Lo regenta una simpática y joven pareja, ella en sala, él en cocina. Ambos hacen su trabajo con profesionalidad y alegría.
Fuimos a tomar unas tapas en plan aperitivo... y acabamos comiendo.

El cocinero tiene ese ”toque” que convierte cosas sencillas en platos deliciosos. Todo, dentro de la simplicidad del proyecto, tiene ese algo, esa especia, ese ingrediente, esa cocción, esa combinación, que le dota de originalidad y sabrosura.

Tomamos, siempre al centro:

• “Patatas bárbaras” (como bravas pero con crema de queso y chistorra)
• “Colmenillas a la crema con huevos revueltos”
• “Saquito crujiente de quesos con confitura de tomate”
• “Ensalada templada de verduras asadas con tomate trinchado, tapenade de anchoas y pan de nueces”
• “Dados de atún salteados con verduras, sésamo y aceite de jengibre”
• “Medallones de solomillo ibérico con presillada de quesos, ajos tiernos y reducción de vino tinto”

Y de postre, un delicioso “Savarín de dátiles”.

Carta de vinos muy cortita, pero con cositas. Optamos por un aceptable cava valenciano, Deshora Brut.

Para comer o cenar de manera informal, se trata de una excelente opción.

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