Restaurante Angle en Barcelona
Restaurante Angle
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
93,75 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
111 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
8.4
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.3
Comida COMIDA
9.1
Precio medio entorno ENTORNO
8.3
RCP CALIDAD-PRECIO
8.1
Focaccia de setas crudas, foie y trufa con consomé. Restaurant Angle Barcelona
Yema de huevo curada con ibéricos 2. Restaurant Angle Barcelona
Carpaccio de gamba de Palamós con texturas de pan con tomate. Restaurant Angle Barcelona
Opiniones de Angle
OPINIONES
21

Tras una anterior visita a Ten´s, se hacía necesario escalar a este local, pensando en un futuro en visitar ABaC como culminación de la cocina del mediático chef Jordi Cruz. 

El local está ubicado en un espacio fisico del hotel Cram, muy céntrico, accediendo por una escalera aparte al que llamaríamos entresuelo. En la puerta hay una imagen simpática, a tamaño natural del chef, y en una postura muy característica de sus apariciones televisivas; conforme accedes al local que tiene forma de ángulo (entrarías por el vértice) con mesas (casi todas) dispuestas en forma de abanico, amplias redondas, bien separadas, con una buena iluminación de un lámpara de pie de amplia curvatura, con bastante luz. En el fondo opuesto a la entrada unos ventanales con cortinas mejorables (resta elegancia) aislan de la visión del interior del hotel y de la calle; hay algunas mesas en la misma entrada y en los fondos, algo distintas incluyendo la iluminación, y que se usan cuando el local se llena como fué en nuestra visita.

Mesas muy bien vestidas, buenas copas, vajilla y cubertería. Perfecto y nutrido servicio en sala en un punto académico perfecto y procurando no entrar en demasiadas cercanías sin parecer estirados. Buena descripción de platos y sus ingredientes y una mínima elaboración de algún plato en la mesa, lo que traduce cercanía de la cocina. El servicio de agua y de vino en la mesa siempre completo, incluso ante un amago de autoservicio se produjo una disculpa. La música ambiental algo elevada dado que el local no tiene buena insonorización por los muchos metros cuadrados de cristal.

La carta de vinos es amplia, variada en opciones y rangos de precio pudiendo siempre encontrar vinos de coste elegido; en general los vinos están con sobrecargas altas y habituales. Elegimos un gran blanco Capellanía reserva 2012 de Marqués de Murrieta (41€), complejo, intenso y que duró toda la comida, en parte porque veníamos de un aperitivo en una bodeguita cercana con un Miró reserva. No faltó el agua Vichy con gas (2 x 4€) y la Coca cola de rigor.

La carta de comidas se limita a dos menús: Angle (75€) con posible maridaje (50€) y Gran Angle (100€) y su posible maridaje (60€) siendo diferentes en los platos que los componen con lo que hay que ver no solo la longitud del menú, sino también los componentes. Optamos por el menú corto pues ya el el cuarto restaurante en el fin de semana y el segundo fin de semana intenso y seguidos en tierras catalanas. La parte de panes a elegir entre blanco, olivas y semillas con reposición contínua va incluida en el precio (¡asombroso!); sobre la pesa hay una buena mantequilla salada y se sirve en un pocillo un buen aceite de arbequina de la zona del Siurana. Una toallita caliente para lavar las manos y empezar. La composición del menú corto:

. boquerón y piparras ahumadas con aceitunas heladas y vinagreta de salazones; se acompaña en un mini vasito de vermut Lustau (con crainza en barrica de Xerez): hay un buen contraste de sabores, texturas y temperaturas formando un agradable conjunto. El conjunto quiere representar nuestra tradición de tomar un vermut previo a la comida.

. espina de cinta frita preparada con mantequilla de plancton y con una salsa holandesa (hecha con la carne de la cinta) espumosa y limón especiado: se trata de fragmentar la cinta y mojar en el cuenco de la infusión previamente preparada en la mesa.

. buñuelo de ibéricos con consomé de jamón al oloroso (de Hermanos Romate): sobre una leve presencia en el fondo de oloroso Don José, y se integra un buen consomé como compañía a un sabroso buñuelo de buen tamaño. Es aconsejable alternar un poco del caldo con un poco del buñuelo.

. raviolone de parmesano con huevo trufado y alcachofa en texturas: quizás uno de los mejores platos en sabor aunque la vista no sea así.

. viera asada con zanahorias y brotes picantes: estética presentación a modo de cuadro con un creativo fondo sobre el que se superponen los elementos

. pescado de lonja a la tailandesa con cigalitas y puerro jóven: se complementa con una buena salsa que traba dos buenos productos que es lo que importa en este plato

. sobre una pincelada de boniato asado, royal de pato, maiz y foie gras con mole poblano: en apariencia tiende a graso (pato, foie..) pero me quedo más con el concepto de intenso; la presentación y la vajilla de lo más sobresaliente

. coco helado, sorbete de piña y bizcochito de cacahuete: una preparación creativa sobre una base de medio coco tropical (con pelo y todo) a modo de nido, se dispone una bola constituida por una cubierta de coco helado, para romper con la cuchara antes de que se deshaga la cubierta de coco y mezclando los trozos caidos con el sorbete de piña y el fondo del bizcochito: buenos sabores pero no se acaba de integrar helado y bizcocho.

. texturas de chocolate con helado de vainilla y avellanas con una infusión de vainilla y Jack Daniel´s: el chocolate final siempre tiene clientes; la infusión se congela con nitrógeno líquido para acabar el plato en la mesa. Puesta en escena llamativa, bien de sabor.

. petit fours con unos buenos cafés finales: muy elegante la bandeja con las diferentes opciones de azúcares para el café. Los petits fours fueron 4 p.p.: un mini merenguito, uno cítrico a modo de sombrero de seta (amanita muscaria) que fue el más aplaudido, uno de chocolate blanco con fruta de la pasión y una gominola de fresa con exceso de azúcar en la cubierta. Lo mejor de todos ellos un pintalabios con helado de frutos rojos que invita a usarlo despacio para refrescar los labios, incluso se convierte en un souvenir.

La sensación es de una buena cocina, menos aparente (creativa y emplatado) que en Ten´s pero con mucho más fondo de cocina y caldos; tiene buenas presentaciones sin ser espectaculares en la técnica, salvo el postre de coco. Un muy buen precio (menos de 100€) con vino (vino de costo contenido) en un local que cumple y con un servicio sobresaliente en general.


El día grande en que “Los Restauranteros” nombramos a nuestro socio de honor.
Tras Joan Roca y Begoña Rodrigo no podíamos bajar el listón, así que como en esta ocasión la quedada tenía lugar en Barcelona pocas dudas tuvo Manu organizador de la quedada para elegir al socio más idóneo, por la calidad de su cocina reconocida con tres estrellas Michelin, por su fuerza mediática, y porque según las restauranteras es un tío muy majo, no podía ser otro que Jordi Cruz.

Tres comentarios en esta misma página y tres blogueros en sus blogs hablan de este evento, comentando detalladamente platos y sensaciones vividas, así que me han dejado poco que añadir por lo que seré breve, que ya dicen que lo bueno si breve, …..

Como no podía ser de otra manera, nos pusimos en manos de Jordi que en uno de los reservados del Angle nos preparó el siguiente menú:


  • Burbujas de Bloody Mary con helado de apio y lima. Una refrescante manera de ir preparándonos para lo que viene.

  • Ceviche de hamachi con fresas.

  • Focaccia de setas crudas, foie y trufa con consomé. Excelente no, lo siguiente. Un plato que será difícil de olvidar.

  • Carpaccio de gambas de Palamós con texturas de pan con tomate. Con este plato Jordi nos sigue emocionando.

  • Yema de huevo curado con ibéricos. Inenarrable, para comerse media docena.

  • Rodaballo con tsukadani de shirtake thai y vegetales crocantes. Damos un giro a una cocina más tradicional, una cocina de producto con toques asiáticos.

  • Pintada asada y glaseada con foie, setas y pasas. Vuelta a la cocina “reconocible” con otro plato que tiene como base la cocina tradicional.

    El Postre:

  • Coco, yogur, manzana verde y yuzu.

  • Belga ale: Chocolate, café, aceituna negra y toffe.

    Petits Fours:

  • Tarta de Santiago, Bombón de Calvados y tarta de cítricos.

  • Pinta Labios. Volvía del labavo y me lo encontré en la mesa, lo primero que pensé es que era un detalle de la casa para que las señoras se retocaran después de la comida, pero no, se trataba de un divertido helado de frutos rojos.

    Para beber:
  • El menú venía maridado con: L’Hereu Raventós i blanc, El Quintà de Barbara Forest, Trepat de Carles Andreu, y Vittios de Torelló. Pero sin duda alguna los triunfadores fueron los Valle del Botijas y el Sibaritus Goloso, (vino dulce con más de 140 años) ambos aportados por el nuevo miembro de la peña Ramón Cobeña, más conocido por “Ramico” por estos lares.

    Una vez investido como Socio de Honor, una larga charla nos descubrió un Jordi Cruz inteligente, trabajador y encantador, que nos hizo pasar (especialmente a las féminas), un muy buen rato con sus divertidas anécdotas.

    Hace unos meses probé Ten´s, el pequeño de la Familia que me sorprendió muy gratamente, Angle me ha encantado, ya solo me queda el hermano mayor, el “ABaC” que espero la más mínima oportunidad para visitarlo.
    • Focaccia de setas crudas, foie y trufa con consomé. Restaurant Angle Barcelona

      Focaccia de setas crudas, foie y trufa con consomé. Restaurant Angle Barcelona

    • Yema de huevo curada con ibéricos 2. Restaurant Angle Barcelona

      Yema de huevo curada con ibéricos 2. Restaurant Angle Barcelona

    • Carpaccio de gamba de Palamós con texturas de pan con tomate. Restaurant Angle Barcelona

      Carpaccio de gamba de Palamós con texturas de pan con tomate. Restaurant Angle Barcelona

    Después de conocer el Abac, mi pareja y yo teníamos una gran curiosidad por conocer el Angle, la propuesta gastronómica con la que se dió a conocer Jordi Cruz. Descubrimos un restaurante con muchos puntos en común con el biestrellado restaurante de la parte alta, peró también con elementos diferenciadores que hacen interesante la visita. Adelantando la explicación, quizás hay un mayor énfasis en el producto y algo menos en la técnica, con lo que el resultado, quizás menos arriesgado y brillante es francamente sólido, mas pensado y reposado.

    El restaurante esta ubicado en una especie de altillo sobre la primera planta del Hotel Cram de Barcelona, en el Eixample muy cerca del Paseo de Gracia. Algunas pinturas en la pared, de aspecto moderno y divertido dan un toque de intensidad a un comedor básicamente de colores suaves, con una separación entre mesas muy adecuada y un grado de confort muy notable. La cristalería Riedel y una vajilla moderna y elegante ayudan a esa sensación. El servicio es joven y agradable, aunque el servir con guantes me parece un detalle anticuado fuera de lo que uno espera hoy en dia.

    El menú se inicio con unes burbujas de Bloody Mary con helado de apio y lima, que sentó estupendamente en un día caluroso, refrescante y sabroso a un tiempo. Siguió un ceviche de Amachi con cerezas, menos ácido de lo habitual, pero intenso de sabor. Y terminando los aperitivos una versión francamente interesante del melón con jamón (uno de los platós viejunos por excelencia).

    El tártar de caballa marinada con ajoblanco helado, ajo negro y balsamico, destacava por la textura conseguida por el pescado, muy agradable en boca, sin que su sabor quedara supeditada a los demás elementos (muy potentes) del plato. Más delicado fue el entrante siguiente, un carpaccio de gamba con texturas de pan con tomate, destacando la calidad de la materia prima (el buen trato a esta es una característica del restaurante). Me temo que la papillota de espárragos blancos con bacalao y agua acidulada de setas no triunfó conmigo (aunque si con mi pareja), ya que no acabo de encontrar la gracia a dicha verdura, pero la culpa es mía. Si disfruté de la intensidad del fondo de setes, mucho más potente de lo que parece por el enunciado.

    Por suerte continuamos con lo que para mi es el plato estrella del menú, la yema de huevo curado con ibéricos, un plato cremoso y crujiente que me hace salivar solo de pensar en el. Brillante en su simplicidad aparente, ocultando una técnica muy depurada. Seguimos con una Tsukadani Thai de pelaya con esferas de curry, que conseguían no eliminar el sabor delicado del pescado. Y para terminar el capítulo salado una pintada con foie y texturas de berenjena, con un sabor intenso de los que quedan largo rato en el paladar (y en la memoria).

    Empezamos los postres con algo refrescante: coco, yuzu, yogurt y fresitas, que limpió la boca a la par que nos hizo disfrutar de un buen momento. La espuma de queso Carrat con helado de miel y romaní resultó tremendamente untuoso pero no excesivamente dulce, un buen punto y final sino fuera que aún quedaban unos deliciosos petits fours servidos con los cafés.

    En definitiva, una espléndida comida, interesante en muchos aspectos, como en la fusión de la cocina tradicional con elementos Nuevos, pero de una forma tranquila y sin estridencias. También he de hacer una mención especial al servicio de vino, ya que pedimos el maridaje de los platos. Nos ofrecieron una serie muy interesante de vinos, no muy conocidos pero de gran calidad, muy bien explicados por un sommelier y jefe de sala amable y apasionado por su trabajo. Entre ellos destacaría especialmente el “Corali”, D.O. Emporda, “El Almacenista” D.O. Jerez, el Trepat D.O. Conca de Barberá y el Fernando de Castilla, un Pedro Ximenez realmente

    impresionante. Y a un precio notablemente bajo para la calidad de los productos y de las elaboraciones. Para volver unas cuantas veces.

    Angle, Jordi Cruz y los restauranteros. Esos fueron los tres pilares sobre los que pivotó nuestra última experiencia “winowinera” que tuvo lugar en este restaurante de Barcelona el pasado mes de abril. En el marco del VI Encuentro de la Peña gastronómica Los Restauranteros y de la mano de nuestro anfitrión en la ciudad condal, Manuel Aguilera, nos acercamos a este local con el propósito de reconocer los méritos de quien figura como cabeza visible en sus fogones y que no es otro que el afamado cocinero Jordi Cruz. Entre sus diferentes logros destaca el hecho de ser el cocinero español en conseguir su primera estrella Michelín a más temprana edad, dirigir las cocinas de ABAC, Ten’s y el propio Angle, que suman tres estrellas en total, o presentar el show televisivo de cocina que más audiencia ha congregado ante las pantallas en este país.

    El restaurante se ubica en el hotel Cram de Barcelona en el bonito barri de l’Eixample y ocupa parte de la planta baja y el primer piso de éste. Por las circunstancias especiales de nuestra quedada fuimos alojados en un salón privado polivalente que hay en el sótano del mismo. Aunque no pudimos disfrutar de la sala principal con un interiorismo de estilo encantador (me acerqué a verla después de nuestra comida), estuvimos muy a gusto allí, acomodados en una enorme mesa, con una separación más que idónea entre comensal y comensal y con espacio suficiente alrededor de la mesa para levantarnos con facilidad y acercarnos a conversar con otros compañeros de la peña más alejados, práctica habitual en nuestro encuentros. Muchas gracias a la gestión del hotel y del restaurante por habernos recibido allí.

    La sala “de arriba”, o sea, el restaurante propiamente dicho, es un espacio que invita a la relajación máxima con sus tonalidades claras, la separación brutal entre las mesas, la amplitud extrema de éstas, las cómodas butacas de un vivo color rojizo y la entrada de abundante luz natural a través de sus grandes ventanales. Bonito, realmente, bonito.

    La carta del Angle se nutre fundamentalmente de platos que fueron creados hace unos años en ABAC. Tras ellos, se perciben unos trazos comunes, dos, por concretar más, que actúan a modo de nexo de unión entre ellos: el uso de producto de gran calidad y el reconocimiento a la cocina tradicional que se refleja en aspectos como esa misma selección de la materia prima de la que hablábamos, las cocciones y elaboraciones, e, incluso, los montajes o presentaciones de alguno de los platos.

    Las setas, el foie, la gamba, los ibéricos, el rodaballo o la pintada son un buen muestrario de aquellos que podríamos catalogar como productos de calidad, esos que, en manos de los grandes chefs, pueden convertirse en creaciones de muchísima altura y que, manipulados por quien no entiende de esto, pueden echarse fácilmente a perder, bien sea por una mala praxis o por un error conceptual.

    De otro lado, las técnicas culinarias más avanzadas, que haberlas haylas, no dejan a un lado aquellas con mucho más recorrido en la historia. Hay elaboraciones con mucho arraigo en la tradición gastronómica catalana, española e, incluso, internacional. El pa amb tumàquet, el consomé, la yema de huevo, la pintada glaseada… son platos que, en alguno de los casos, formaban casi parte de la comida diaria en muchos hogares y, en otros, se han convertido en grandes clásicos de la historia de la cocina.

    Este fue el menú que degustamos:

    - Burbujas de Bloody Mary con helado de apio y lima: Aperitivo que abre el menú. Se combinan una serie de ingredientes muy apropiados para preparar el paladar de cara a sensaciones futuras. No aporta grandes emociones pero cumple sobradamente con esa supuesta misión.

    - Ceviche de hamachi con fresas: En el fondo del plato encontramos unos daditos de este pescado, también conocido como pez limón, acompañados de un acertadísimo aliño con el nivel justo de acidez para no enmascarar en exceso el sabor del pescado. Buen contrapunto el que aportan las fresas. Se decora con unas hojitas de cilantro. La combinación de todos los ingredientes en un mismo bocado reporta sensaciones muy placenteras. Me quedé con ganas de más.

    - Focaccia de setas crudas, foie y trufa con consomé: Sobre el vasito en el que llega servido el consomé (muy rico, por cierto), descansa una forcaccia finísima que sorprendentemente sustenta una cantidad considerable de setas finísimamente laminadas, una especie de mouse de foie y la trufa rallada. Se trata de una combinación ganadora ya de por sí que, además, está perfectamente concebida y elaborada en esta casa lo cual la hace merecedora del calificativo de “digna de ser subida a los altares”. Que recuerde yo ahora, este plato entraría fácilmente en el “Top three” de las elaboraciones con trufa degustadas hasta el momento junto a una memorable brioche de trufa en el Celler o el moshi de torta de la Serena y trufa en el QdC.

    - Carpaccio de gambas de Palamós con texturas de pan con tomate: Cantidad, frescura, sabor y corte destacables en el marisco y presentación colorista a la par que elegante que le aportan el resto de ingredientes: el agua de tomate, el helado, el bizcocho etéreo de pa amb tumàquet…

    - Yema de huevo curado con ibéricos: Nuevo pase con gran asentamiento en la cocina contemporánea de los últimos años en el que se sacrifica la capacidad de sorprender al comensal en pos de una ejecución magistral y un sabor excelso. Punto perfecto en la curación de la yema y alquimia precisa en cuanto a selección y cantidades de esos ibéricos que la acompañan (jamón, panceta…). Se corona con un bonito crujiente. Bravo.

    - Rodaballo con tsukadani de shirtake thai y vegetales crocantes: El rodaballo es uno de los pescados que no suelo tomar. No es un habitual en las cartas de los restaurantes de mi zona y, cuando lo encuentro en ellas, el precio al que se ofrece (generalmente más bajo de lo esperado), me hace desconfiar. Sin embargo, mis encuentros con él en los restaurantes de cierta entidad que he podido visitar siempre se cuentan por exitazos. Angle no fue la excepción y me pareció un plato de alto nivel. Elegancia sabrosa en el lomo que no se dejó apabullar por un fondo magistral de setas y verduras con ligeras reminiscencias orientales, como de wok.

    - Pintada asada y glaseada con foie, setas y pasas: Cocina sin estridencias para acabar la parte salada del menú. Producto, elaboración y presentación más bien clásicas dando como resultado un gran plato de carne, ciertamente la asignatura más floja en los menús degustación de muchos restaurantes. Los rollitos de la carne con el relleno de foie perfectamente ejecutados se podían degustar casi sin ayudarse del cuchillo. El acompañamiento con las colmenillas, genial. Sabor y melosidad destacable como cierre de una experiencia sin ningún altibajo.

    - Coco, yogur, manzana verde y yuzu: Primer pase dulce ciñéndose a la recurrida tendencia de no abusar del dulzor y marcar una especie de transición entre los platos salados y un hipotético segundo postre de mayor golosidad. Resultado conseguido en un plato de estética mucho más anárquica y vanguardista que sus antecesores.

    - Belga ale: Chocolate, café, aceituna negra y toffe: Me llegan claras reminiscencias a los caramelos de café con leche que, a muy corta edad, ya me gustaba saborear. De hecho no me considero goloso para nada y no he gustado nunca de tomar caramelos, pero justamente los de toffe siempre me agradaron. La consecuencia evidente es que este postre también me gustó. Esa especie de nostalgia gustativa me abstrajo del resto de sabores y ciertamente no recuerdo otros detalles.

    Con los cafés llegaron unos deliciosos petit fours entre los que cabe destacar por su originalidad y vistosidad una especie de barrita pintalabios que resultó ser un delicioso helado de frutos rojos.

    Los vinos:

    El equipo del Angle escogió para la ocasión los siguientes vinos: L’Hereu Raventós i blanc (DO Cava), El Quintà de Barbara Forest (DO Terra Alta), Trepat de Carles Andreu (DO Conca de Barberà) y Vittios de Torelló (DO Penedès). A ellos les sumamos unas botellas de Valle del Botijas (DO Ribera del Duero) con las que nos obsequió el nuevo miembro de nuestra peña, Ramón Cobeña y un singular Sibaritus Goloso en los postres, vino dulce de albillo de más de 140 años, también por gentileza del nuevo peñista.

    Ya he hecho alusión a ello un poco más arriba pero la secuencia de platos que pudimos disfrutar a lo largo de una agradable “sentada” me pareció de un nivel de regularidad destacable. Todos y cada uno de los entrantes, los principales de pescado y carne y los postres finales alcanzaron un nivel destacable y, lo que más loable me parece, es que, bajo mi criterio, ninguno bajó el alto índice de satisfacción. Por lo que pude comprobar, tampoco entre quienes me acompañaron a la mesa. La cocina de Angle es una cocina rodada, probada y experimentada desde hace tiempo y ello confiere a la experiencia unas garantía de éxito cuasi seguras. Por ello, Angle se convierte en destino imperdonable para gente menos amiga de riesgos y extravagancias, aquellos que les gusta ir a lo seguro. No creo que muchos de ellos salgan descontentos de su paso por esta casa.

    Post ilustrado en: http://www.vinowine.es/restaurantes/angle-producto-e-inspiracion-tradicional-de-la-mano-de-jordi-cruz.html

    En nuestro último fin de semana en Barcelona, la comida principal con la Peña Gastronómica Los Restauranteros fue en el restaurante L’Angle donde hicimos socio de honor a Jordi Cruz, siguiendo la estela de Joan Roca y Begoña Rodrigo.

    El restaurante anteriormente situado en Sant Fruitós del Bagés se trasladó a este emplazamiento en Junio de 2013 donde estuvo ubicado el restaurante de Carles Gaig.

    L’Angle es la segunda marca en importancia de Jordi Cruz y sus socios con un foco gastronómico elevado. El desarrollo de nuevos platos se hace fundamentalmente en Abac y a L’Angle suelen ir a parar platos que han tenido éxito en Abac, pero que han ido desapareciendo poco a poco de los menús del local del Tibidabo. A los mandos de la cocina, otro Jordi, en este caso Cuairan que como no podía ser de otra forma se fajó en los fogones de Abac.

    La cocina que me he encontrado se puede calificar de agradable, reconocible, tradicional en sabores y combinaciones de ingredientes, pero siendo al mismo tiempo moderna en técnica. Una culinaria “golosa” y satisfactoria, sin montañas rusas ni excesivos contrastes que proporciona placer pero a la que se puede achacar cierta falta de provocar sobresaltos, de sorpresa.

    El menú de orden y estructura resulta más bien clásico, sobre todo en cuanto a la línea creciente de la intensidad sápida, comienza por unas burbujas de bloody mary con helado de apio y lima. Esferificaciones de ese reponedor resacoso que se combinan con la frescura del apio y la acidez de la lima. Un paso de poca trascendencia que no es más que un grito de “Preparados” para la comida que empieza.

    El ceviche de hamachi (pez limón) con fresas me resulta equilibrado, más adaptado a nuestros paladares que a los orígenes del plato. De acidez controlada que además se compensa con el dulzor proveniente de las fresas. Acaricia pero no altera.

    El bocado del menú con diferencia es la focaccia de setas crudas, foie, trufa y consomé. Apetecible en su enunciado y totalmente deseable tras su primera degustación. Generoso en láminas de trufa blanca que se emparejan con un mousse de foie para proporcionar emoción y placer directo. Con el fondo bebible, se cierra el ciclo y mi lengua gira para poder recuperar la paleta sápida del plato. Hedonismo.

    Combinando producto y destreza, el carpaccio de gambas de Palamós con texturas de pan con tomate. Corte en su mínimo pero altruista grosor para que haya fondo y recorrido del crustáceo en boca, muestra de sentido común y generosidad. El pan con tomate en un segundo plano aporta frescura y cambios en las texturas a partir de un agua, un helado y un “falso bizcocho”. Probablemente el plato que muestra una visión más renovada de la cocina.

    La composición del siguiente pase no puede ser más clásica en cuanto a sus ingredientes: huevo, ibéricos y patata. Pero llama la atención su ejecución sobre todo en relación a la textura de esa yema curada en agua de mar que hace que el tejido de la yema sea más resistente. Al provocar el desparrame de ese líquido dorado que es la yema, éste se produce a cámara lenta provocado por su aumento de densidad. El resto de los ingredientes destacan por su calidad y proporcionalidad. De esos platos de gusto universal, ante los cuales cualquier comensal se rinde. Tradición revisada con talento.

    Como principal marino, rodaballo con tsukadani de shiitake thai y vegetales crocantes. De nuevo pujante en embocadura con ese fondo de setas y verduras “peleándose” gustativamente con el pescado. Preciso sin exaltaciones.

    Se vuelve a recurrir al hígado de oca y a las setas en este caso colmenillas para conducir al comensal a otro momento “goloso”. Rollos de pintada asada y glaseada rellenos de foie, setas y pasas. Clasicismo, academicismo que despiertan los instintos más básicos. Gozo conocido.

    Mudanza en el paladar a través del coco, yogur, manzana verde y yuzu. En cuanto a su gusto, su lozanía y frescor resultan evidentes. También destacable por su amalgama de texturas. Un buen postre que hace más que cumplir, resultando sedoso para un paladar de nuevo pulcro.

    Finalizaríamos con el denominado belga ale, compuesto por chocolate, café, aceituna negra y tofé. En esa línea de postres bastante en boga actualmente, que combina un dulzor limitado con ciertos tonos amargos. En este caso la diferencia viene por los toques salinos de las olivas maduras.

    Cocina consolidada, con platos de larga trayectoria que llaman la atención más por su intensidad y profundidad en sabores conocidos que por su sorpresa en la amalgama de gustos. Ahí están los ejemplos de la trufa y el foie, la pintada con el hígado de nuevo y colmenillas, el huevo con patata e ibéricos,…

    Culinaria de casi ningún reproche más allá de aquel asociado a encontrar durante la experiencia gastronómica una mayor amplitud de sabores, de contrastes, en definitiva de cierto riesgo a la hora de concebir los platos.

    Como siempre post completo en http://www.complicidadgastronomica.es/?p=4983

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    Por no redundar, el comentario completo -desarrollado e ilustrado con fotografías- se puede encontrar en la sección de blogs de Verema (bloG-M) o acceder directamente a él pinchando este link:

    https://www.verema.com/blog/blog-m/1285974-que-cruz-restauranteros

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    Jordi Cruz con sus estrellas Michelin y sus continuas apariciones en el programa Mastercheff de TV, ya se ha echo mas que famoso y con merito propio, yo le llegue a conocer por 1ª vez hace mas de diez años cuando aun no le habian dado la 1ª estrella Michelin en L'estany Clar en la poblacíon de CERCS en el Bergueda, ya por entonces me soprendio lo innovador que llegaba a ser pese a su juventud y en una comarca en que la cocina clasica era lo que mas se llevaba.

    Por fin ahora he tenido otra vez la oportunidad de visitarlo ya en este restaurante de Barcelona

    Visita el sabado festivo 1 de Noviembre
    El comedor agradable con buena luz, situado en un primer piso dentro del Hotel Cram.
    Pocas mesas y bien vestidas, solo tres mesas con dos comesales en cada una de ellas a comer ese mediodia (será la crisis....)

    Buena recepción y servicio atento.

    Nos decidimos por el menú degustación 80€ iva incl.

    Burbujas de Bloody Mary con helado de apio y lima
    Ceviche de Hamachi (pescado japonés de sabor suave) con cerezas
    Focaccia de setas crudas con foie y consome de Albidium Pico (Trufa)
    Tartar de Jurel marinado con ajoblanco helado, ajo negro y balsamico.
    Carpaccio de gamba de Palamós con texturas de pan con tomate.
    Papillot de esparragos blancos, bacalao con agua acidulada de setas.
    Yema de huevo curada con ibericos.
    Tsukadani Thai (Técnica japonesa) de Pelaia con esferas de curry.
    Lagrima iberica marinada con miso,berenjenas y pieles de citricos.
    Coco, yuzu, iogurt i fresitas de bosque.
    Espuma de queso de cabra con helado de miel y piñones al romero.
    Petits fours

    De beber optamos por el maridaje de vinos 50€ por pers, iva incl.
    En total, un cava, dos vinos blancos una cerveza, una manzanilla, un vino tinto y un vino dulce.
    No recuerdo los nombres de los vinos, pues no nos dieron la relación.
    De la bebida me gusto la cerveza "Keks" de fajol (cereal tipico de la Garrotxa)
    El cava como a mi no me gusta no opino, en cambio mi mujer si le gusto.
    El resto de vinos normalitos.
    Una cosa que no me acaba de gustar es que te pongan un vino manzanilla para un pescado, lo siento pero a mi, como que no.

    En cuanto a la opinión de la comida:
    La combinación de texturas y sabores es sorprendente y óptima en la mayoría de platos.
    Me gustaron mucho los esparragos en papillot, crujientes y de sabor brutal
    La focaccia de setas sabor y sabor en la boca.
    La yema curada con ibericos muy bien conseguida juntando todos sus ingredientes como debe ser.
    Como sopresa la espuma de queso de cabra, rica rica, como buen quesero que soy y mas de cabra me encantó, no asi mi mujer que no es quesera y le cambiaron el postre por uno de chocolate, una especie de bizcocho muy regular.

    El pan: de aceituna negra, de cereales y blanco, todos bien ricos, asi se cuida el pan.

    Como cosa negativa que no me gustó.
    Pedi un vermut de entrada y me traen un "Martini", con la de vermuts caseros que tenemos en Catalunya, que menos que darme otra opción mejor.

    Los petits fours, muy vulgares, hubiera preferido quedarme con el buen sabor del café en la boca.

    En fín, fueron casi tres horas de disfrute total que espero repetir en un futuro mas lejano en su otro restaurante Abac.

    La verdad que con todo lo dicho anteriormente no creo que pueda añadir mucha cosa.
    Creo que es el tipico restaurante que sabe que va a gastar pero que se come muy bien.
    Hice una reserva para el menu para 2 personas, siendo mi pareja celíaca (sin problema algún). Nos recibieron de forma muy amable y en todo momento fueron muy amables y cálidos con nosotros, a pesar de lo pesado que fuimos con el tema de la enfermedad celíaca.
    El servicio del vino muy bien. La carta ofrece bastantes opciones interesantes a precios, obvaimente , de un restaurante de ese nivel. El problema de ese tipo de restaurante es siempre el mismo, encontrar un vino que maride adecuadamente con todo. Nos ayudaron y estuvo genial.
    La comida fantástica. Salimos muy satisfecho con la cantidad y con la calidad.

    Aprovechando que íbamos a visitar las bodegas Abadal, decidimos reservar mesa en este Restaurant. Gracias a los excelentes comentarios que había leído del resto de foreros, todo hay que decirlo.
    Éramos tres comensales, en este caso, mi mujer, nuestra hija y yo. Indicar que en el precio hago referencia tan sólo a los dos adultos.
    Para empezar, mesa bien presentada con mantelería acorde al lugar, copas riedel y cubiertos que como ya se ha indicado anteriormente en otros comentarios, eran de mango algo incómodo, pero sin desmerecer el global de la puesta en escena. Muy buena disposición y separación entre mesas.
    Nos decantamos por el menú degustación compuesto por doce platos de cocina creativa que nos despertaron todos los sentidos, vista, olfato y sobre todo, el gusto, haciendo que disfrutáramos mucho de la comida. Dada la variedad de los platos, nos decantamos por acompañarlo con un cava Privat opalum reserva alta alella gracias a la buena recomendación de la maitre. Nos presentó la botella y nos dió a probar. El personal de sala se encargó en todo momento de realizar el relleno de copas. También tomamos dos botellas de agua mineral. Además, todos los platos fueron acompañados de una explicación del mismo. Resaltar el excelente trabajo de todo el personal durante toda la comida.
    Mientras esperábamos los platos nos pusieron unos chips de verdura y unas olivas negras.
    Y ahora pasamos a la descripción de los platos que degustamos. Es posible que en la descripción de alguno de los platos falte algún detalle pero es que mi memoria ya no es lo que era ;-).
    Empezamos con un entrante de mojito, que consistía en una combinación de helado de menta, unos dados de manzana, espuma de mojito y un trozo de caña de azúcar. Refrescante y muy aromático.
    Otro entrante, bocado de salmón ahumado con whisky de Tennessee, igualmente aromático y con un componente visual con el ahumado que nos llamó mucho la atención.
    Luego llegó el turno del jamón con agua de melón, jugando con la presentación del agua de melón en copa y el jamón sobre la misma.
    Pasamos a los ñoquis de parmesano con trufa y nueces, toda una explosión de sabores en la boca. Una delicia. Indicar que todos los platos presentaban unos aromas intensos fácilmente distinguibles entre ellos haciendo de la comida una experiencia muy gratificante.
    Seguimos con una ensalada acompañada de helado de albahaca y marisco. Seguimos con la gran aromaticidad. Rico.
    Llega el turno del plato que a nosotros más nos gustó. Foie con peras al vino y helado de pimienta. Excelente textura y de gran sabor. Buenísimo.
    El siguiente también tuvo gran éxito, huevo de codorniz con parmentier de patata y acompañado de ibéricos. De sobresaliente.
    Rizando el rizo. Este plato nos lo presentan como una fideuá sin fideos, acompañada de gamba de Palamós (que rica estaba), garbanzos de avellana, presa ibérica y alioli con citronela. Muy bueno.
    Después le tocó el turno al pescado, gallo con parmentier de patata al limón, cigala y espárragos. Buen contraste de texturas y sabores. Muy rico.
    Ante de llegar a los postres, el siguiente plato fué pichón con dos cocciones, una porción a baja temperatura y otra al estilo "royal" (creo recordar), acompañado de reducción de carne, piñones y foie. Bueno, pero fué para nuestro gusto el más flojo de todos, aunque es posible que empezáramos a estar llenos y seguro que tuvo su punto de culpa.
    Y llegó el turno de los postres. El primero fué un helado de violeta, yogur, coco y frutos rojos, del que dimos buena cuenta a pesar de que el coco no es santo de nuestra devoción. Y segundo un helado de bourbon, chocolate, plátano y brioche. Disfrutado.
    Por poner un pero se alargó excesivamente la comida, comprensible por otro lado, dada la cantidad de platos elaborados.
    Vamos, un deleite en toda regla con la pena posterior de no poder hacerlo más a menudo. Hay que controlar la economía doméstica.

    Confortable restaurante gastronómico de mesas amplias e impecables. Puesta en escena perfecta, a excepción de los vasos de agua mal repasados. Servicio impecable a cargo de una responsable de sala muy bien técnicamente. El menú degustación a 85,00 € muy completo. Los platos perfectamente ejecutados y muy bien fundamentados. Desde el "mojito" de entrada, hasta el juego de la niebla con hielo seco en los ravioles de salmón ahumado, el magnífico plato de yema de huevo, jamón y patata (ligeramente perfumado con trufa blanca), el pichón (sensacional!) o el postre de plátano y café. Carta de vinos interesante, no muy extensa pero suficiente. ¡Bien Jordi Cruz!

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