Lo primero, me desagradó el ambiente tan rancio, algo que no me esperaba.

Lo primero, me desagradó el ambiente tan rancio, algo que no me esperaba. Los camareros también tienen aspecto de otra época, la decoración me parece horrorosa, bueno, al menos, no es mi estilo. Pero en cuanto a la comida, irreprochable, y eso es lo que cuenta. La ensalada Sacha está muy rica, la compartimos; luego, como es otoño, pedí el arroz con setas y perdiz, sencillamente sabroso, todo en su punto, un manjar absoluto. El bacalao de otoño lleva trompetas de la muerte encima, encontré éstas un poco arenosas, pero bueno, el bacalao en su punto, muy bueno. En los postres, genial de nuevo: me recomendó el camarero "mel y mató", una receta de Girona, deliciosa! (viene a ser requesón con miel, pura delicadeza). Las filloas, que tomó mi compañera, en cambio no me gustaron, pero ella decía que estaban de miedo.

La carta de vinos es breve, presentada en dos hojitas, no es propio de un sitio en donde se come tan bien. Pedimos un Lan 99, y nos traen un 2000, pero bueno..., tampoco era para matarlo... Buenas copas y servicio impecable.

Sólo una queja, algo que no entiendo: que los entrantes y sugerencias del día (medias raciones) se tarifen casi como los platos contundentes (también contundentes de precio), es algo que tendrían que revisar. Pero en fin, un sitio así ya hace lo que quiere.

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