La Dorada sin duda marcó un hito en la historia de la restauración en España.

Hubo un tiempo, allá por los 80’, en el que quizás un par de veces al mes comía en la Dorada de Barcelona, recuerdo los Chanquetes, la Dorada a la Sal y especialmente el Arroz Caldoso, que a pesar del tiempo transcurrido no he podido olvidar.

Desgraciadamente, problemas personales del propietario, y la desproporcionada inversión para apertura de una Dorada en París, dio al traste con todo, llegando a cerrar creo que todos los restaurantes menos éste de Madrid.

Hace tiempo que quería visitarlo, pero primero por el mal ambiente debido a la situación que llevó al cierre de los locales, y más tarde por una u otra circunstancia los años han ido pasando, y tengo que reconocer que en esta ocasión aparte del comentario anterior en Verema, si al final me he decidido ha sido gracias a que el cercano Portobello estaba cerrado.

Entrar en La Dorada ha sido como volver a casa, todo seguía igual que lo recordaba, desde el trato profesional y la vez afable, cercano y cordial de los camareros, hasta la decoración marinera que recordaba perfectamente.

No quería “entaularme” como decimos por aquí, así que el mismo camarero me aconsejó la barra del bar.

Tras ojear la Carta, y recomendado por el camarero pido:

La Barra de la Dorada es muy buena opción para ir a picar raciones y tapas de pescaíto y platos típicos del mar del sur... Muy ricas las frituras y también las chirlas, con una salsa muy sabrosa. Podéis ver el detalle de nuestra visita en: http://hoycenamosfuera.com/2013/04/23/la-barra-de-la-dorada/

Es un restaurante de los que una vez ganado el nombre descuidan los detalles. El personal, muy amable pero "campechano" de entrada lo que se agradece a veces pero otras rebaja mucho la "invitación". El salón (comimos en un camarote) disponía de una mesa en la que las patas estaban estratégicamente dispuestas para molestar pero por lo demás era agradable. Eso si, el vino quedaba apoyado contra la pared aprovechando un relieve de la decoración, algo horroroso. La materia prima era buena: jamón, boquerones, coquinas muy frescos. La dorada a la sal estupenda y la ensalada templada que la acompañaba como guarnición, buenísima. El ritmo de servicio correcto, el del vino, penoso. No tuve la posibilidad de ver la carta de vinos. Me llamó la atención la escasez de las raciones. A lo mejor volvería para ver como se come en el restaurante normal, sin reservados, donde los camareros pueden estar más pendientes.

Hacía tiempo que no comíamos en La Dorada; en realidad unos cuantos años. Después del paso del tiempo todo parece igual. Cierto es que antes era uno de los restaurantes madrileños donde se comía buen pescado y buen jamón, pero ahora ya no tanto; rectifico, el jamón, sí.
El servicio del vino deja mucho que desear.

He acudido en dos ocasiones en estos dos últimos años desde nuestra última visita. La primera comimos bastante bien en el restaurante y el servicio del vino ha mejorado...copas spigelau...etc.
Esta última semana fuimos a cenar a la barra. comimos muy bien y a un precio razonable. Jamón buenísimo y cortado delante de nosotros, chipirones y chanquete bueno, ensaladilla de dorada, excelente, cazón en adobo delicioso. La barra bulliciosa, pero estuvimos cómodos...buena barra y simpatía en la sala, aunque un poco de atrotinamiento. detectamos una discusión en la barra entre empleados: algo siempre desagradable a ojos del cliente. el servicio de vino fue muy correcto, así como copas, etc. un lugar muy recomendable para comer pescado...

En este Restaurante hemos comido o cenado tres veces en los últimos 2 años. Las dos veces anteriores la comida estuvo a un nivel correcto incluso bueno la primera vez. La última vez observamos un bajón en cuanto el nivel de susplatos que no se corresponde con el nivel de sus precios que sigue igual. El gazpacho andaluz lo mejor de la cena, elaborado a la andaluza, es decir, con mucho tomate y con equilibrado en cuanto a vinagre y pepino se refiere. Los pescado muy flojos, la acedía sabía a bienmesabe, el chanquete(de fuera) empapado en aceite y carente de sabor, el boquerón refrito muy normalito, la gamba congelada(como casi todas) pero aceptable si no tenemos en cuenta el precio, para finalizar como las raciones no fueron muy excelsas pedimos unas sardinas(estamos en temporada) y eran aceptables pero nada que ver con otros restaurantes. En cuanto a los vinos, la carta es completa pero excesivamente cara, así que optamos por un Barbadillo que le va bien al pescado. El servicio correcto pero sin alardes.

Uno de los mejores restaurantes de Pescado y Mariscos de Madrid.
Los precios son elevados, el servicio muy rapido (quizas demasiado) pero con un cierto respeto.
Estabamos un grupo de 6 y todo lo que hemos pedido estaba muy bueno.
El servicio del vino no es el mejor pero la carta permite no equivocarse.
Es muy grande y aun así hace falta reservar. (así tendráis una idea de la materia prima que sirven)

Grupo que estuvo en la cúspide y que languideció con el paso del tiempo. Pero el que tuvo retuvo. Local con encanto, aunque les hace falta una reforma (lavado de cara). El servicio es rápido y bullicioso, algo de encanto tiene, pero llega un momento que cansa. Los productos son de primera calidad, emblema de casa. Los mejores pescados y frituras del sur. El servicio al vino es muy flojo...las copas son pequeñas y la carta de vinos es clásica y poco ingeniosa, aunque muy extensa. La barra la tiene a tope, no la probé, pero la próxima vez acudiré allí...
Lo recomiendo para comer el mejor pescado del sur...

Este restaurante muy bien situado en la capital ...lo puedo hacer destacar (por conocimiento propio, ya me entendeis) por la calidad de su genero....puedes comer marisco practicamente recien sacado del mar y puesto en tu mesa tal y como gustes
El servicio malisimo y frio.. el trato al vino mediocre... mucho que mejorar
El entorno es tranquilo, con cierto encanto..aunque mal aprovechado

Pocas veces me habían servido tan mal el vino. Al pedir un palo cortado "De Bandera", intentaron servirme otro de la marca "Barbadillo". Me dijeron que todos los jereces son iguales. Lo rechacé y el camarero volvió con una botella de un oloroso dulce y tapó la etiqueta para que no la viera. Al final, decidí no exigir nada más y acompañar el pescado con un vino dulce.
El personal es escaso y sirve con demasiada prisa. Debido a que intentan aprovechar hasta el menor rincón para poner mesas, a uno de los comensales le sirvieron por encima de otro.
Los productos son de calidad correcta y las raciones algo escasas.