Fin de semana en Barcelona, sábado lluvioso. Consultamos restaurantes cercanos y nos encontramos con Claris 118. Nos atraen los antecedentes de la cocinera (Espai Kru) y el precio.

Local que necesita una revisión. Paredes que muestran una falta de pintura. Mesas sin mantel. Servicio amable pero muy lento.

Empezamos con unas croquetas de choco correctas y de jamón, con un rebozado algo grueso para mi gusto esta segunda.

Seguimos con, según la carta, tortilla de gambas al ajillo, papada curada y cebolleta. Las gambas llegaron a la mesa prácticamente crudas. En ningún momento, leyendo la carta, lo imaginamos. Uno de los comensales, trasplantado renal, no puede comer carne ni pescado crudos. Solicitamos a la camarera algo más de cocción y volvió de la cocina con la negativa por parte de la cocinera. Entiendo que pueda haber líneas rojas que no pueden cruzarse, pero no podíamos imaginar que una “gamba al ajillo” se serviría prácticamente cruda y el motivo de “marcarla” algo más por motivos de salud requería cierta empatía. La devolvimos y no la cobraron.

Terminamos con unos tacos de lechazo sabrosos y una torrija de Carmona, muy distinta a las habituales pero rica.

Comida sin vino.

Una lástima, pues, esta falta de empatía, opinable evidentemente que repercute en la nota final.