Situado en el casco antiguo de Lleida, cerca de la estación del tren. Nos pidieron el pasaporte COVID en la entrada.

Local amplio. Nos pusieron en una mesa algo apartada y de buen tamaño, lo que agradecimos, ya que el local estaba lleno y el resto de mesas estaban bastante más juntas. Servicio atento y profesional. Ya no se ven muchos camareros con chaquetilla por aquí. Manteles y servilletas de tela. Buen menaje. Copas de vino correctas, con el logo de una bodega de la Rioja. Disponen de varios menús con preeminencia de recetas tradicionales catalanas. Nos ofrecieron el menú de fin de semana, consistente en un primero a elegir de entre once, un segundo a elegir de entre trece (con tres platos con suplemento), un postre a elegir de entre nueve, pan (bastante bueno) y bebida (vino, sangría, cava, agua, refresco o cerveza). Carta de vinos no muy amplia y bastante clásica, con dominio de los vinos catalanes y precios x1,5 aprox. Servicio consistente en apertura, prueba y primer llenado.

Empezamos con unas aceitunas y unas patatas chips bastante buenas. De primero tomamos:

- Ensalada variada - Ración generosa. A mi esposa le gustó bastante.

- Caracoles a la llauna con alioli y vinagreta - Tamaños algo mezclados. Buen punto. Alioli correcto, más bien flojito. No probé la vinagreta.

Los segundos fueron:

- Arroz con alcachofas y costilla - Buen punto. Sabor potente, aunque las alcachofas resultaron bastante insípidas.

- Arroz negro con alioli - Correcto.

De postre:

- Tarta de queso: Buena.

- Sopa de chocolate blanco, yogur, frambuesas, frutos secos y lima - Sabroso y más ligero de lo que me esperaba.

Para beber, una botella de agua de un litro y una botella de Textures de pedra 2016 (36 €) servida con su cubitera.

Ya me gustaría tener algo parecido cerca de casa...