Noche de viernes en plenas Festes de Gràcia donde no es fácil encontrar un sitio para cenar. En la plena y concurrida calle Verdi mi amigo, que conoce bien el barrio, me sugirió este libanés (estábamos ya un poco desesperados) y la verdad es que fue una suerte pues estaba casi vacío (lo que no nos dio muy buena espina). Decoración con motivos del país en las paredes. 

En el interior había aire acondicionado y el comedor era espacioso, lo que fue de agradecer. La carta es la de un Restaurante libanés aunque también tiene pizzas italianas. Para beber pedimos dos cerveza del país (3.90 eur con sólo 4.2º de alcohol: correctas pero con el precio muy hinchado). Entonces ya empezaron a pasar cosas extrañas ya que nos atendió primero una camarera y luego un chico que empezó a mover una mesa arriba y abajo levantándola no se sabe muy bien para qué. Un poco más tarde volvió la camarera y nos dijo que no se podían usar los lavabos porque estaban embozados... Al menos fue sincera. También comentar que nos sirvieron vasos de plástico con las cervezas (quizá entendible al ser las fiestas y no querer que sacáramos vidrio fuera). Nos las bebimos a morro, claro.

De comer, dos pizzas libanesas para cada uno, bastante parecidas. La masa es curiosa pues es como de pan pita. La cobertura: carne tipo shawarma, salsa de yogur y no sé qué más. Estaba rica pero un poco demasiado simplona y el precio (9.90 eur) desmesurado por la cantidad. De postre, dos dulces árabes de esos que son los mismos en casi todos los restaurantes de esta cocina (1.70 eur la unidad).

El trato fue bueno pero hubo demasiadas irregularidades. La comida no estuvo mal pero la relación calidad-precio para mi floja. Entiendo que tuvieron una noche complicada y que quizá hubiera sido mejor ir a platos más tradicionales de su cocina. Por cierto, una vez salimos se oyó un ruido de cristales rotos en la barra... aquello parecía la casa Usher.