Este sábado nos decidimos a darnos una vuelta por el Pardo, para picotear algo en la zona de terrazas de la plaza de este pueblo-barrio de nuestros Madriles... viendo la sobresaturación de gentío en la zona por una parte y la agradable tarde que hacía por la otra, nos decidimos a dar un paseíto por el monte y probar suerte para cenar en el restaurante de La Quinta... paso a comentar.

El entorno es magnífico, ya que la terraza del local está enclavada en pleno monte del Pardo, a la puerta del antiguo Palacio de la Quinta, sitio privilegiado a diez minutos de Madrid que es una gozada para los que disfrutamos con la naturaleza. El público es familiar y de toda la vida, poco espacio aquí para foodies y modernetes, la verdad. El servicio es asimismo de la vieja escuela, efectivo y cercano en la medida que tú le des pie para serlo. No suele haber problema para encontrar mesa, pero por si acaso, conviene no llegar muy tarde. No aceptan tarjetas de crédito.

Para dos, pedimos lo siguiente:

- Pollo al ajillo: pollo frito con aceíte y ajo. Sin más (ni menos); ración rica y abundante que sirven con unas pocas patatas fritas naturales. Parecido al de mi madre, lo cual es muy bueno...

- Gamo estofado: una ración grande de una carne guisada tierna y sabrosa, cocinada con una salsa de verduras de toda la vida. De nuevo, muy rico.

- Calamares a la romana: estupendos calamares bien rebozados, fritos y escurridos, servidos de nuevo en abundante ración. Estupendos.

Acompañamos el ágape de dos copas de vino blanco -batallero- y un par de cañas; sin postre, con un cortado y un licor de hierbas pagamos 42 euros, lo cuál es una buena RCP a nuestro parecer. Volveremos.

Lo mejor: el entorno y la comida, sencilla pero rica.

Lo peor: el vino por copas.