Me lo recomendaron para comer en el Borne y no caer en los diversos cazaturistas. Realmente un descubrimiento y recomendable tanto por el local, el servicio muy atento. La cocina está abierta y es algo para agradecer. Comimos una patatas bravas muy ricas, un tartar de atun y un arroz de pluma ibérica riquísimo. Hay vino muy correctos. Un lugar recomendable en el Borne.

Uno de esos oasis que el turista puede (y debe) encontrar en su peregrinar y pateo de la ciudad, que obliga a hacer una breve parada para reponer energías y descansar los pinreles durante unos minutos.

Se trata de una bodega antigua con un patio interior de la finca, con decoración propia de bodega en el local cubierto, con presencia de muchas  botellas en las estanterías, con producción propia de vermut y con sifones sobre las mesas exteriores. Mesas exteriors de mármol, sillas de madera, poco espacio con los vecinos; srvicio eficiente.

La carta de tapas es muy amplia con latas de calidad, ostras, embutids y chacinas, quesos de buen nivel, platos para compartir, arroces, carnes y pescados. Pero hemos parado solo para:

Aperitivo de:.

. bravas: seguimos casting, y no fueron al top ten. Salsa aparte una muy picante y otra suave

. alitas sense faina: deshuesadas, como del senyoret, bien condimentadas

Una clarita, una caña y dos vermuts rojos propios más un agua.

Total 23€. Pondré precio medio como para tres aperitivos. Merece la pena el alto en el camino y la carta invita a algo más