Restaurante Ma Khin Café en Valencia
Restaurante Ma Khin Café
País:
España
Provincia:
Localidad:
Dirección:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:
Vino por copas:
Precio desde:
23,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
31 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.6
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
6.6
Comida COMIDA
7.4
Precio medio entorno ENTORNO
8.1
RCP CALIDAD-PRECIO
7.6
Refrescos Fentimans
Helado de frambuesa y tarta de zanahoria
Noodles
Cangrejo de concha blanda, estilo Singapur
Aperitivo y Rollitos de langostino y sepia
Gaba do Xil, Valdeorras, Godello 2014
Nems vietnamitas
Salmón plancha con ensalada de patata japonesa
Curry de pescado malabari con arroz kheer
Patatas bravas muy bravas
Espinacas, piña, anacardos y jengibre.
Noodles con pak choi y lagonstinos en teriyaki
Sopa de wan ton
Opiniones de Ma Khin Café
OPINIONES
8

Segunda visita y segunda vez que salimos encantados.
Muy buena elección de personal, amable,atento, cualquier duda perfectamente explicada.El detalle de la cocina a la vista da confianza.
Pedimos dos entrantes, Rollito de Sepia y Langostinos con salsa Chimma, magnifico, crujiente,sabroso, la salsa chimma le aporta un toque cítrico muy refrescante, aunque eche de menos un poco más de picante.
El segundo entrante Samosas de Espinacas y queso fresco con chutney de mango, el chutney le aporta el pelin de sabor que creo que le falta a la samosa, bastante equilibrado.
De platos principales pedimos Curry Rojo de Ternera y Calabaza con arroz, aquí no le faltaba picante, perfecto para mi, la carne se deshacia, la mezcla con la calabaza y las verduras buenisima.
El otro plato principal lo recomiendo y seguro que cuando vuelva repito, Cha ca Vietnamita, Corvina con un toque de curry, sabrosisimo, el pescado al punto, tenia miedo de que estuviese un poco seco, pero no, simplemente perfecto, acompañado de arroz frito, cebolla crujiente y dos salsas que ahora mismo no recuerdo el nombre, que hacian del plato algo excepcional.
De postre compartimos el Sticky toffee puding, puding de caramelo con un toque de clavo muy interesante, bañado en toffe y con un helado de vainilla de los de verdad, muy bueno, pero como me pasa en casi todos los restaurantes, excesivamente caro, 6 €. Creo que tanto este restaurante como el 90 % de los restaurantes en Valencia deberian revisar los precios de los postres.
2 Cervezas,2 Aguas, y café por 69 €, los he pagado a gusto.
Volveremos.

Tras mi negativa inicial a un abrasador día de rebajas de Julio en Valencia, me veo forzado a desplegar todo mi arsenal diplomático para lograr finiquitar un acuerdo en apariencia suculento: “Te acompaño a las rebajas si vamos a comer donde yo quiera”. No sé muy bien por qué pero a medida que se acerca el finde ¿mi idea? va perdiendo su atractivo inicial.

Reconozco que siempre me ha atraído la cocina asiática en general, pero una propuesta que combine el origen anglo-birmano del propietario con la esencia mediterránea que lo cautivó, debe resultar tentadora para cualquier foodie que se precie. Recuerdo precisamente que el año pasado por estas mismas fechas, mi brújula gastronómica apuntaba directamente hacia este local pero, incomprensiblemente, todavía no había divisado tierra. Por lo visto, el goteo incesante de nuevas “tentaciones” me ha conducido hasta Birmania por la ruta de las Indias Occidentales. Su idílica ubicación por otra parte, tampoco ha sido de gran ayuda, ya que el Mercado de Colon siempre me ha parecido una de esas zonas “atrapaturistas” de donde pongo tierra de por medio siempre que puedo. No obstante, a la luz de algunas propuestas que se van instalando por la zona, creo que debería reformular alguno de mis axiomas.

El local, ubicado en la planta inferior del mercado, es un ejemplo perfecto de arquitectura interior. La sensación de amplitud al acceder al local es palpable y la cocina escénica constituye una excusa perfecta para cotillear todo aquello que normalmente sucede fuera de nuestro campo visual. Una vez acomodados en una de las pocas mesas para dos personas, nuestros vecinos quedan un poco más cerca de lo deseable, aunque sin llegar a resultar incomodo. Una pequeña lástima, porque el ratio entre la superficie útil disponible y el número de comensales es bastante generoso.

Ya metidos en faena la carta tiene una pinta estupenda y, aunque ojeamos las opciones de menú disponibles en fin de semana, nos decidimos por una comanda personalizada. Al ojear la carta de vinos buscando un blanco, diviso un Godello, Gaba do Xil Valdeorras 2014, que el camarero nos indicó “off the record” que era el preferido del propietario. No sé si yo diría tanto, pero desde luego nos pareció espléndido. MODO PADAWAN ON: ¿me pareció detectar un cierto regustillo a plátano y vainilla, quizá? MODO PADAWAN OFF.

1.- Aperitivo. Crema de yogurt picante con pan de lentejas y comino
Buen comienzo. El picante se deja notar en la masa de la crema, cuya textura suave, resulta muy agradable.

2.- Rollitos de langostinos con sepia y nuestra salsa “chimma”
Los rollitos estaban muy buenos y la mezcla de los langostinos con la sepia conjuga realmente bien. Tras rebañar repetidamente la salsa picante con los rollitos, me la termino a cucharadas.

3.- Cangrejo de concha blanda al estilo Singapur
Justo el día anterior, habían modificado la carta y este plato acababa de entrar nuevo. Primera diana. El adjetivo “blando” indica que se come todo, incluida la costra del cangrejo que estaba frita. La salsa, dulce y picante al mismo tiempo, estaba de p*tísima madre y viene acompañada de un ración de arroz blanco basmati para mezclarla. Si pudiera, me hubiera tirado dentro como Obelix. Cuando vuelva lo pido seguro.

4.- Salteado de noodles con shiitake, verduras y tofu
Noodles de versión integral y perfil eco-vegano . Para mi gusto personal les falta algo de “chicha” bien sea de mar o de montaña. Como en la carta había dos versiones de noodles, simplemente pedimos las dos. Preferencias aparte, estaban buenos.

5.- Tallarines de huevo salteados con almendras y secreto ibérico
Excelentes. Salsa de corte dulce, que combina las almendras crujientes con el secreto ibérico. Para repetir.

6.- Polos estilo Ma Khin
Había 2 sabores disponibles: mango o frambuesa. En este caso, se optó por la frambuesa. Helado casero, de sabor potente y muy refrescante, servido en un plato con hielo para potenciar la sensación de frescor. Perfecto para terminar.

7.- Mi plan A era la Creme bruleé de jengibre y cardamomo, pero por lo visto la retiraron de la carta el día anterior. Segunda diana. Como plan B, me pasé al lado oscuro de la glucosa y pedí Sticky toffee pudding, pero se había terminado. Tercera diana. No tenía plan C, tocaba improvisar. Al activar la visión periférica pude divisar unas tartas con buena pinta en el expositor cercano. Tras preguntar por los ingredientes me indican que la primera es de zanahoria. No logro explicarme por qué las tartas de ¿zanahoria? están tan buenas, si son solo zanahorias. En este caso me pareció excelente, pero creo que es más indicada para un “afternoon tea” de los que anuncian en el local, que para terminar de comer, puesto que la densidad es más que apreciable.

8.- Fentimans Curiosity Cola
Apunte friki de la temporada. Entran unos guiris, se sientan en la mesa de al lado, piden dos bebidas y tras ver la carta, se levantan, pagan y se van. ¿? El macho alfa, había pedido una bebida de color oscuro que venía en una botellita cuya tipografía, forma y color recuerdan totalmente a las de salsa de soja. Mi compi me pregunta: ¿Qué es eso? Pues no sé, será una bebida rara de los guiris. Me pongo las gafas de lejos y diviso el logo de ¿Fentiman’s? Cuando llega el camarero para recoger la mesa le pregunto qué se habían pedido. En una demostración de paciencia y amabilidad nos trae de la despensa una muestra de cada uno de los ejemplares disponibles y nos expuso la filosofía del local sobre ellos. Resulta que en este local han optado por no ofrecer Coca-Cola, Pepsi, Fanta o cualquier otro sucedáneo de este tipo de refrescos “artificiales”. En su lugar ofrecen una alternativa más “eco” o “natural” por medio de estas bebidas que, al parecer, llevan mucho menos azúcar y algunos ingredientes naturales. Por simple curiosidad, al final de la comida probé la Curiosity Cola, porque no tenía ni la más remota idea de que existía una versión ¿premium? de la Coca-Cola.

Sin ánimo de entrar en un debate sobre su composición, me parece destacable que un local se preocupe por los productos que ofrece hasta el punto de sustituir los refrescos por alternativas supuestamente más saludables, sobre todo considerando que se trata de una política que, comercialmente, seguro que tiene consecuencias. Aunque yo no sea un consumidor de refrescos, valoro muy positivamente esa actitud porque estoy convencido de que es perfectamente extrapolable a cualquier otro producto de su carta, lo cual me ofrece una dosis extra de confianza. Si a todo ello le sumamos una cocina diferente, divertida y con gran variedad de sabores fruto de la fusión de diferentes culturas, el resultado solo puede conducir a buen puerto. Nada más salir por la puerta anoto dos palabras en mi cuaderno de bitácora, Seu Xerea, aunque esta vez me aseguraré de tomar la ruta Oriental.

  • Refrescos Fentimans

    Refrescos Fentimans

  • Helado de frambuesa y tarta de zanahoria

    Helado de frambuesa y tarta de zanahoria

  • Noodles

    Noodles

  • Cangrejo de concha blanda, estilo Singapur

    Cangrejo de concha blanda, estilo Singapur

  • Aperitivo y Rollitos de langostino y sepia

    Aperitivo y Rollitos de langostino y sepia

  • Gaba do Xil, Valdeorras, Godello 2014

    Gaba do Xil, Valdeorras, Godello 2014

Ma Khin es la abuela birmana de Steve Anderson, propietario de Seu Xerea y de este restaurante que se ha convertido en uno de mis restaurantes de cabecera para comer a mediodía por el centro de la ciudad.

Por fin los bajos del Mercado de Colón tienen sentido, la gastronomía de calidad ha llegado para quedarse y la oferta gastronómica es variada e interesante, algo que se necesitaba en la zona.

En este enclave encontramos este restaurante de cocina asiática con las raíces familiares del propietario asentando los cimientos. A los que nos va la cocina india o paquistaní, tailandesa, china… para los locos por las especias y adictos al glutamato, este restaurante es una opción perfecta.

La estética del local me gusta, tanto la decoración como esa enorme cocina vista donde ves a todo el mundo trastear y preparar los platos que van saliendo. Las sillas de la entrada son más incómodas que las del resto del local, sin embargo son las mesas más espaciosas y las mejor aisladas. La cristalera permite disfrutar de la luz natural pese a estar en los bajos del mercado, pese a convertirte en un artículo más de los escaparates del bajo de Colón, cosa que no acaba de molestarme.

Desde su apertura hemos estado unas seis veces, por lo que no narraré una sola experiencia sino comentaré sobre los platos que hemos tenido ocasión de probar y el estilo de la cocina. A mediodía los menús son realmente acertados, incluso diría mejor que el degustación largo. De todos los platos que hemos probado destacaría la sopa de wan ton o los nems, ofrecidos en el menú de mediodía y que curiosamente son dos desayunos, chino y vietnamita, respectivamente, pero aquí los occidentales los disfrutamos mejor a mediodía o incluso por la noche.

Los platos de wok también salen muy ricos, aquí no excesos de leche de coco que podemos encontrar en otras preparaciones, sobre todo con los pescados donde existe un ligero exceso de este ingrediente. A destacar los noodles con pak choi y langostinos en teriyaki.

Una de las cosas que no sé si me gusta o no es la irregularidad de algunas preparaciones. El curry de pescado malabari con arroz kheer lo he probado tres veces y cada una de ellas ha estado diferente. Y digo que me gusta porque da sensación de “terrenal”, de casero, pero me disgusta porque una de las veces fue la gloria hecha plato y las otras dos fueron muy mediocres.

Los pescados a la plancha o las ensaladas son dignas de mención. Ingredientes sin excesos y buen uso de las especias, aunque a los que nos va el picante nos falta un poco de rock n’ roll en los platos que sabemos que lo requieren. Por ilustrar con alguna imagen pongo de ejemplo el salmón plancha con ensalada de patata japonesa, o la sencilla pero rica ensalada de espinacas, piña, anacardos y jengibre.

Muy a mejorar la irregularidad del servicio… El talón de Aquiles de este y tantos otros locales. El servicio es joven, desenfadado, cercano y, en ocasiones, se permite ciertas licencias y se despista con facilidad. No se puede estar sin bebida en la mesa y verlos parlotear en la barra, o llevar platos a mesas donde no corresponden, ver cómo se derrite tu postre en la barra sin que nadie acuda a por él… Algo a pulir que, como nota curiosa, no depende del trabajo que haya en el local, es un mal endémico de este servicio que se atolondra con pocas mesas.

Carta de vinos escueta pero bien seleccionada y un punto a su favor muy importante: ¡tienen espumosos por copas! Es algo fundamental y más en estas cocinas donde los espumosos son los reyes del maridaje.

Nosotros volveremos seguro, aunque espero que poco a poco se pulan los errores que he ido comentando.

Si vas a Ma Khin Café, hazlo teniendo claro a dónde vas. Ma Khin Café. Mira que lo dice claro. Pero oye, éste que les escribe, aun así fue pensando que iba a un restaurante. Torpe que es uno.

El local, la verdad es que es guapísimo. Pese a estar en los bajos de un mercado new concept, el de Colón, tiene mucha sensación de luz, de aire, de amplitud, y es por el acertado y estudiado diseño del mismo y su lograda decoración.

La fachada, que da al hall del mercado, está acristalada de arriba abajo, y la sala es absolutamente diáfana, con la cocina al fondo que provoca el efecto de no estar separada, de estar integrada. Muy, muy cool. Uno no sabe si está en un garito berlinés, londinense, neoyorkino, o valenciano, como es el caso.

Ahora bien, comodidades, cero, insisto, es un café.

El ambiente (amigo, estamos es un café, ¿lo había dicho ya?) es jovial, bullicioso, desenfadado… Casi demasiado. Nos tocó ese día convivir con una cena de grupo cuyos componentes estuvieron de pie, charlando animada y ruidosamente hasta que no llegaron todos, que fue prácticamente cuando nosotros estábamos acabando. Había ocasiones en las que teníamos dificultades para entender a las camareras cuando nos cantaban los platos.

Carta de cocina fusión, en la que prevalece lo asiático y mediterráneo.

Tomamos el denominado "Menú para compartir":

Aperitivo
Alcachofas con judías bobis, avellanas y limón marroquí
Gyozas con magro de cerdo
Satay de gamba asiática
Croquetas de pollo clásicas Ma Khin
Mejillones en curry verde tailandés
Curry de pescado malabari con arroz kheer
Carrillada de cerdo ibérico con cinco especias
Postre casero

La camarera escuchaba pero no oía, no sé, parecía que estaba en otra cosa, no daba nunca la sensación de interrelacionar, sonreía sí, pero había algo que no…

Pedimos un fino… y nunca llegó. Llegó antes el champagne que elegimos para acompañar la cena. -“¿Y mi fino?” -“Es que se había terminado y lo han ido a buscar al almacén” -“No lo saquen ya, gracias, comenzamos con el champagne”.

Tras un cuarto de hora sentados, por fin trajeron algo que llevarnos a la boca: la gamba (que por cierto, estaba deliciosa). -“Disculpe, esto no sigue el orden que aparece en la relación del menú, se han saltado tres platos” -“Ah, no, es que no sigue nunca el orden” -“De acuerdo, pero y entonces, ¿el aperitivo qué hace, de petit four?” -“¿No les han sacado todavía el aperitivo?” -“No”.

Y de pronto… se nos juntaron en la mesa tres platos. Pero, amigo, ninguno de ellos era el aperitivo. Que llegó al fin, sí, en quinto lugar.

Después de ese cúmulo de platos en mesa, estuvimos otros diez minutos largos… sin nada. Aquí pasas del todo a la nada en un pis pas.

Sacaron algo más y, tras consumirlo, llegó la camarera, retiró, nos sacó otra cosa y nos dijo -“Esperen, que les cambio los platos”. Cambió el de mi mujer, pero el mío, por algún extraño motivo descendió lastimosamente por el escalafón de sus prioridades y… ahí se quedó. Cuando había pasado ya un tiempo más que razonable (se estaba enfriando el contenido de la fuente que debía de servirme en él) retiré los residuos de mi veterano plato en un ladito del mismo y me serví en él. Al rato apareció la camarera con el plato… -"Demasiado tarde", le dije contrariado.

Y fue la frase que cambió el rumbo.

A partir de ese momento nuestra mesa se convirtió en “LA” mesa, todo fue simpatía, atenciones. Muy bien. Muchas gracias. Más vale tarde que nunca, desde luego. Pero… ya no estábamos del todo a gusto.

En cuanto a lo estrictamente gastronómico, me pareció una fórmula muy actual -algo manida ciertamente- resuelta con corrección: fusión asiática y mediterránea. Excepto las alcachofas, que estaban absolutamente insípidas, me resultó una cocina agradable, amigable. Quizás aprecié un abuso de la leche de coco como fondo, la detecté al menos en tres platos, y se me hizo un poco cansino el tema. Pero bien, en especial las gyozas, me entusiasmaron, y la carrillada, que se deshacía en la boca.

Tomamos cono decía un champagne, Aubry Brut Réserve, ligero, poco persistente... ahí anda, haciendo equilibrios en la frontera entre elegante y anodino.

Servicio del mismo inexistente, las camareras que me tocaron en suerte no tenían conocimiento alguno al respecto, casi dolía ver a una de ellas descorchar el champagne y no te digo nada ya de cómo lo “escanciaban” (una vez claro, la siguiente ya goberné yo el negociado). Previamente había preguntado un par de cosas y… en fin.

Tomamos con la carne un par de copitas de tinto, muy bien este apartado, ya que te daban la opción de un ribera majete, Gazur 2013, o un fresco y vivo utiel-requena, P'alegrarte 2013. Una copita cada uno y así catamos ambos.

Pensé no volver jamás, pero ese palpable cambio de comportamiento que comentaba me hizo replanteármelo. Acudiré, pero acudiré sabiendo dónde voy, por lo que seguro que salgo con otra sensación. El sitio es muy chulo, cocina resultona, y para ir con amigotes, o con hijotes…

Primera visita a este original Restaurante, con motivo de la reunión mensual del Grupo de Cata València. Desde luego por ubicación, espacios, luminosidad y propuesta es un lugar que no pasa desapercibido y que emana frescura y originalidad. Su cocina como ya se ha señalado tiene un aire oriental ligero y bastante accesible y en conjunto la sensación que me quedó fue muy refrescante, raciones en el centro en cantidad suficiente y dos platos principales muy interesantes. Espacio amplio, correcto servicio de mesa, buenas copas y servicio muy atento y profesional.
Sobre el vino no puedo opinar, lo aportamos, nos servimos y no pude ver la carta, eso sí cuidaron bien el vino que llevábamos.
El menú que disfrutamos maridó muy bien con los excelentes vinos aportados por Norbert Kosmeier, mayoritariamente alemanes de zonas, uvas y productores poco conocidos, y fue el siguiente:
Aperitivo
Quinoa, brotes, salmón, semillas y aguacate.
Gyozas con magro de cerdo.
Satay de pollo de corral.
Hamburguesitas de pescado al estilo Thay
Mejillones en curry verde tailandés.
Curry de pescado malabari con arroz kheer.
Carrillada de cerdo ibérico con cinco especias.
Pavé de chocolate y café.
Muy buen nivel de los platos, personalmente encantado con la ensalada de Quinoa y salmón, las Hamburguesitas y el curry de pescado, pero la verdad es que en conjunto todos los platos resultaron atractivos y de buen comer. También el postre y un correcto café.
Otra cena y cata de gran nivel que resulto una refrescante velada muy necesaria tras los excesos del encuentro Verema.
El precio no incluye vino.

El Mercado de Colón se ha rediseñado como mercado gastronómico, y una de las novedades de los últimos meses es el Ma Khin Café, un espacio polivalente, que bien sirve para merendar, picar alguna tapa o cenar. Fui por una cena de cumpleaños de un amigo y me gustó mucho el espacio, el servicio y, excepcionalmente en espacios de nuevo "postureo", la comida estaba muy bien.

Probamos el menú degustación, de 25 euros más bebida. Incluía varios entrantes para compartir y dos principales: un curry de pescado acompañado de arroz, y una carrillada en su punto con cinco especias. Entre los entrantes, a destacar unas croquetas con gusto muy cítrico, las gyozas de magro de cerdo y un chupito de crema de calabaza muy especiada.

El menú no era demasiado creativo. De hecho la mayoría de entrantes son los habituales en cocina de fusión oriental-europea. Y el postre, un bizcocho (pavé) de chocolate con crema caliente, no sorprendía mucho pero estaba correcto.

En general, la atención muy bien. El local es muy bonito y confortable. Una única pega: algunas mesas, por su proximidad a la cocina, salen con aromas impregnados en la ropa, que es algo que nunca gusta. Otro inconveniente, el precio. Se aprovechan del espacio para justificar el precio, el menú degustación debería ser algo más barato.

Del dueño del Seu Xerea. Sin conocer dicho local, me comenta una de las camareras que aquí hay un paso más hacia lo asiático. Aún así, y sin estar muy puesto en estas lides, creo que la cocina asiática de este nuevo restaurante no está muy marcada. Válida absolutamente para iniciados o poco rodados en la materia.

El local es una planta rectangular, muy luminoso y espacioso. Las únicas mesas que quedan juntas son las dobles con el banco corrido, pero esto ya va siendo normal. Tonos claros con elementos de madera natural en contraste con las paredes negras de la cocina. Decoración minimalista con toque oriental muy estudiado.

En la misma carta está todo. Una tablilla de madera con folios de los platos, menús y vinos.

Equipo joven y amable. Contabilicé tres en sala y otros tantos en cocina, con un jefe muy atento a las mesas. Fue él quien dictó el paso a mi segundo.

Mesas equipadas con salvamantel y servilletas gruesas de papel. Copas Schott para vino con un diseño más apropiado para blancos o tintos ligeros.

De aperitivo me pusieron una Samosa de coliflor y patata con una salsita agridulce. Casi lo dice la palabra, sabrosa.

Le siguió una Ensalada de habas, brócoli, pipas, feta, arándanos secos y mayonesa de lima.
Demasiados ingredientes para que la prepare quien no la ha creado y encima no lo tenga apuntado en ningún sitio. Volvió a cocina ante la ausencia de las habas y el queso feta. Ojo, que ya estaba buena tal cual, pero lo que es, es. El crujir de las habas frescas, el brócoli, esa mayonesa de lima y el ingrediente intruso como la cebolla roja, otra prueba de la falta de rigor, le daban un sabor buenísimo.

Como principal y retiro, un Salteado de dorada de playa con espinacas y puerritos.
Dorada con mucho sabor y piel crujiente, sobre una cama de tallarines, setas shiitake, espinaca fresca, zanahoria, puerros... Buen plato en el que me pareció detectar de forma sutil como un aroma de limón que a mi juicio no le hacía falta alguna.

Para beber una copa de Xarel.lo Silencis. Por la botella que vi en la hielera común, sería del 2013, ya que conozco el cambio sufrido en la botella y etiqueta respecto al 2012. Pero esa maldita manía de traer servido el vino ya en la copa... Resta la calificación del servicio.

Decliné postre. Aparte de sentirme saciado, vi mucha repetición respecto a lo que servían en las mesas. Tartas compactas, con demasiado peso para mi. Me dijeron no obstante, ante mi duda, que las hacían ellos también.

Considero interesante volver y si es en grupo mejor. "Esa mesa ovalada, tan bien situada, ha de ser ocupada".

Nuevo restaurante en los bajos del mercado de colón con gran personalidad que contrasta con el desangelado(decorativamente hablando), pero fantástico, japonés de al lado.
Espacio muy amplio y luminoso donde domina el blanco y colores muy suaves, con entrada acristalada y la cocina al fondo a la vista de los comensales.
Mesas redondas para 4, cuadradas para dos con banco corrido, grandes ovaladas y un espacio en un rincón con función de semi-reservado. Todo ocupado y lleno de gente beautiful en viernes noche(salvo nosotros 3 que éramos la working class por contraste).
Debo reconocer mi ignorancia ante este tipo de cocina (más allá de la china y japonesa) por lo que mi opinión es más subjetiva si cabe y se ciñe a si me gustó o no.
La carta no es muy amplia, pero tiene un poco de todo: ensaladas, 4 tipos de sopa, 2 platos de carne y dos de pescado y un apartado para picar. Nosotros pedimos un poco de todo para probar.
El servicio muy amable y diligente, aunque o no sabían explicarnos con concreción el plato y sus ingredientes o tenían que ir a preguntar; sin más importancia que el rodaje que les falta, pues abrieron el miércoles.
Nos sacan 3 aperitivos cortesía de la casa y dejan en el mesa una cestita de pan artesanal ecológico de pasas que estaba muy bueno, unas Samosas de verduras con chutney de melocotón:bien.
Chips de polenta con humus y baba ganoush(crema de berenjena): los chips estupendos y crujientes, pero el humus algo seco y pastoso y el paté de berenjena soso; también es verdad que te dejan en la mesa un molinillo de sal rosa del himalaya y una latita de aceite de lágrima de viver con lo que mejoramos el entuerto.
Satay de pollo de corral: son brochetas con trocitos de pollo a la plancha sin mucho sabor y donde dominaba una salsa riquísima de cacahuete.
Gyozas con magro de cerdo:las empanadillas japonesas al vapor, pero que al ser 6 unidades las pasan un poco por la plancha y llegan unidas como si fuera una tortilla; vienen acompañadas con salsa de soja demasiado salada para mi gusto, bien de sabor y tiernas, sin más.
Khao sai, sopa de pollo con tallarines y huevo pochado: lleva también leche de coco y caña de limón; por la mezcla de especias y sabores un plato muy conseguido, creo que el que más me gustó.
Curry de pescado malabar: un curry muy suave y una merluza(dos trozos) de verdad (yo le hubiera quitado la piel), acompañado de cuartos de alcachofa cocida o al vapor y fría(?¡) que creo no le aportaba nada; rico, para mojar.
Polenta con setas y alcachofas: la polenta viene en un bloque cuadrado (más bien mazacote, demasiado denso y sin sabor), las alcachofas, igual que las de antes, pero calientes, y las setas de temporada en trocitos adornando el plato; nada de lo que había en el plato pegaba con lo otro para mi gusto.

La carta de vinos no muy amplia (una docena de blancos y champagnes y otro tanto de tintos), pero muy bien de precio y con marcas poco conocidas. En los blancos hay vinos franceses y alemanes.
Nosotros decidimos acompañar la comida con vino blanco que sirven en mesa y dan a probar, además de cambio de copas con el cambio de vino; el vino lo dejan en cubiteras grandes pues aún no tienen individuales.
Un Silencis, xarel.lo del penedés creo, que no nos convenció mucho, demasiado suave y poco sabor para esa comida(18€) y después un Marieta, godello bastante mejor(15€).
Algún concursante de topchef que hace cocina asiática en singapur con sesión de fotos, y el cocinero departiendo y tomando champán tras acabar el trabajo con alguna mesa amiga. Ni postres ni cafés.
En definitiva un lugar muy interesante para degustar ese tipo de cocina a precios muy competitivos, y más teniendo en cuenta la zona en que se ubica.

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