En el local donde estaba la antigua Lobera de Martín, en la mítica Supervía, ahí se encuentra ahora esta taberna.

Me parece que poco ha cambiado su decoración (clásica, con toques intencionados de rusticidad). Una barra en forma de “L” con mesas en ambos “palitos” de dicha letra y un salón grande, sosote, al fondo.

La cocina es tradicional con claras influencias vasco-navarras.

Había varios tipos de menús, éramos un grupo grande y elegimos en más sencillo, debía ser a mesa completa, y ofrecía tres entrantes al centro, un segundo, un postre, pan, agua y vino: Menú Especial Freddy

-----Centros a compartir
• Micuit de pato con tostadas.
• Ensalada de ventresca con pimientos del piquillo.
• Huevos rotos con jamón.
-----Principal
• Bacalao al Orio.
-----Postre al centro
• Coulant de chocolate y Tarta capuchina.

Bueno, pues una comida anodina totalmente, en la que nada entusiasmó ni decepcionó excepto el bacalao al Orio, que no tenía ninguna virtud que le salvara.

Tomamos un Corona de Aragón garnacha 2012 que estaba muy rico, sin cuidados especiales, entraba en el menú. Fuera de él, disponían de una carta con referencias muy clásicas, pero interesantes.

El servicio, cariñoso, rápido y profesional.