Mesón el Labrador, excelente descubrimiento
Ayer domingo, de regreso al norte después de un viaje maratoniano a Madrid, donde habíamos ido exclusivamente a cenar por razones que no vienen al caso, cambiamos sobre la marcha los planes de comer "cualquier cosa" de camino para llegar pronto al hogar.
La primera idea fue ir hasta Castrillo de Los Polvazares a tomarnos un cocido maragato, pero habíamos salido tarde y calculamos que no llegaríamos hasta la hora de la merienda.
Buscamos algún sitio apetecible cerca de Benavente, en la Guía Repsol, que es lo que tenemos más a mano en el coche, encontramos un restaurante relativamente cerca. Llamamos y nos dicjeron que probablemente a la hora que llegasemos podrían hacernos un hueco.
Salimos de la Autovía y circulamos por una carretera comarcal varios kilómetros, la calzada es una perfecta línea recta, estrecha y en mal estado, rodeada de la llanura de los campos de Castilla. Atravesamos un par de pueblos de adobe, silenciosos, vacíos, con restos de iglesias, campanarios y palomares.
Llegamos a Castroverde de Campos y en seguida nos topamos con el restaurante al que habíamos llamado hacía un rato, El Mesón del Labrador. El lugar es acogedor, nos imaginamos un mesón castellano al uso, con buenas viandas y entramos felices.
Nos recibe Cecilio Lera, el restaurante está lleno pero nos instala en la última mesa disponible en el comedor del fondo. A los pocos minutos de charlar con él, ya percibimos que no es un mesón ni un mesonero común. Cecilio Lera es un tío carismático y entretenido, nos propone varios platos de entrante a los que decímos que sí sin rechistar y elegimos entre la variedad que nos ofrece para continuar.
En cuanto probamos el carpaccio de setas con virutas de foie, nos damos cuenta de que estamos en un templo gastronómico, que desconocíamos por ignorancia y agradecemos al destino haber caído en él. Las setas y el foie a la plancha que tomamos a continuación no hacen más que reafirmar esta primera impresión.
Continuamos el homenaje con unas lentejas con pato, risotto con liebre, pichón (Exquisita esa carne oscura, tierna y sabrosa) y un magnífico rabo de toro.
Acompañamos todas estas viandas con un Abdón Segovia, un Toro muy bueno que no conocíamos y nos recomendaron. Un vino que añadimos a nuestra ya larga lista de favoritos.
Nos comentaron que tienen hotel en el mismo pueblo, La Posada Senda de Los Frailes y una bodega del S XVI que quisimos visitar pero resultó estar cerrada a la hora que terminamos de comer.
Reanudamos viaje felices y sabiendo que repetiríamos en El mesón del Labrador siempre que tuviésemos ocasión, ese templo gastronómico recién descubierto.
Camino de vuelta, indagué en Internet para averiguar más cosas de este magnífico mesón y cuál es mi sopresa al toparme con el post de Aurelio en Verema, que recuerdo haber leído hace unos días. Después de su magnífica descripción del lugar, tenía pendiente apuntarmelo para ir en algun momento, pero el destino me llevó allí antes de haber memorizado su nombre.
No digo nada más, un paraíso gastronómico para tener muy en cuenta. Sólo puedo reafirmar las excelencias de las que habla Aurelio en su post y recomendar una visita. Nosotros volveremos y nos quedaremos a dormir. Sólo echamos en falta unos gin tonic para terminar, un lujo imposible si qiueríamos continuar viaje hacia el norte.