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Château Climens, el "Seigneur de Barsac"

Partiendo de que la clasificación más fiable puede ser la del mercado, en Barsac existe un "súper Premier Cru": Climens.
Climens hace gala no solo de un precio cada día más inalcanzable, sino de una calidad fantásticamente cuidada por sus propietarios. Cuidados que llegan a un nivel de desclasificación de vinos pocas veces visto.
La propiedad esta en una zona que pudiendo reivindicar la más genérica de Sauternes, busca la identidad municipal que es Barsac, el terreno de más nervio de las comunas productoras del Sauternais.
Y que mejor guía para conocer la zona y esta gran propiedad que su actual dueña y conductora: Bérénice Lurton. Esta mujer, perfecta conocedora de la propiedad tras más de una década rigiendo sus destinos, ilustro en todo momento la visita que da pie a estas notas.

Comenzando por el principio, esta propiedad de gran tradición, nació aproximadamente en el S. XVI ya que su nombre aparece en viejos documentos de esa época, y curiosamente es una de las fincas que menos variaciones de dimensión y propietarios han tenido a lo largo de los años.
De un par de siglos después son las bases arquitectónicas de la bodega, una sobria cartuja que con dos torres de planta cuadrada parecen vigilar las viñas que le dan razón de ser.
Una peculiar y sobria elegancia es por lo tanto la nota dominante del aspecto exterior de la finca e igualmente lo es del vino, pues la sencilla etiqueta solamente muestra el nombre del Château y su orgulloso origen, Barsac.
Pero volvamos a la historia, tras los inevitables cambios de propiedad durante los siglos (aunque tan solo ha pertenecido a 5 familias), el último tercio del XX es el punto que más nos interesa, ya que una personalidad del vino famosa, Lucien Lurton, adquiere la propiedad en un momento delicado del mercado. Su personalidad queda impresa en la firma, pero no transformando el viñedo o el vino, sino más bien consiguiendo poco a poco que Climens sea cada vez más Climens. A esa reafirmación del carácter de esta propiedad contribuye su hija Bérénice desde que en 1992 se hace cargo de la explotación.
Aquel año fue precisamente uno de los negros en la historia de las cosechas de la casa ya que se tomó la drástica decisión de no hacer vino, otros años cercanos en los que ha sido necesario repetirla son  1984, 87, y 93.
Este tipo de decisiones son junto con la extrema selección del gran vino una de las bases sobre las que se asienta una persistente comparación entre la calidad de Climens y la de Yquem.

La fecha de 1984 el primero año de la era Lurton en el que no se hizo Climens, también fue un año de creación, aparece por primera vez el "Cyprès de Climens" segundo vino de la casa, un destino perfecto para aquellos mostos, vinos recién fermentados, o toneles ya en crianza, que por sus características carecen de aptitud para integrarse en el gran vino.
Sus aproximadamente 30 hectáreas de viñas se extienden por la comuna de Barsac, justo rodeando la edificación principal de la bodega. Los terrenos presentan una suave inclinación  que facilitan el drenaje al situarse en el centro de una loma, y aunque no son absolutamente idénticos, si mantienen una admirable homogeneidad. Esa homogeneidad de los suelos, se ve en que son básicamente aluviales, caracterizados por una mezcla de arcillas rojas arenosas y ferruginosas asentadas sobre una base calcárea fisurada; aquí y alla aparecen también cantos rodados como en toda la región de Graves.

Tierras de escasa fertilidad, tierras pobres que solo engrandece la viña, pero tierras en definitiva, que tocadas por la magia del hongo concentran su esencia a través de la mano de viñadores y enólogos en un néctar que desafía el paso de los años.  
Climens es una de las fincas que mejor representan la individualidad de Barsac frente a la generalidad de los vinos licorosos de Sauternes (que agrupa bajo su AOC, no lo olvidemos, vinos de Sauternes, Bommes, Fargues, Preignac y Barsac).
Su uniformidad como finca productiva es casi total, y en ella la variedad productora es la Semillon. Como en tantos otros grandes pagos monovarietales, cada pequeña parcela expresa unas características que le son propias. Ese detalle hace que la inicial uniformidad de la variedad, acabe ofreciendo en esta casa los matices que en una orquesta dan las diferentes cuerdas aunque toquen una misma nota. Esas diferencias sutiles de suelo, orientación y drenaje, junto con lo aleatorio de cada una de las diferentes trias a las que se ven sometidas las uvas en función de su estado de botrytización, conforman una sucesión de pequeñas partidas de barricas de cambiantes matices.

La cuvee definitiva nace y se va afirmando casi como una obra musical. Empieza con diferentes temas, de ellos primero se fijan los principales, que cada vez son más fuertes y cuando el esqueleto esta formado, se van agregando los toques que le dan algo de perfume aquí, algo de "grasa" alla, y finalmente surge casi por obligación el vino definitivo que se abre paso como la mejor expresión del "terroir" de Climens en ese particular año. Es un vino que se crea sin prisas y en el que la madera de las barricas acaba de dar los brillos al conjunto tras su unificación progresiva, algo así como la orquestación definitiva de una bella pieza.

En mi ultima visita pude asistir a las diferentes etapas de creación del vino del 2003 y del 2002; al catar las barricas del 2003 se podía ver que aun se muestran como "temas principales", y Bérénice me dio a catar casi una docena, todas con sus particularidades pero todas dentro de la misma línea, aun sin conformar el esqueleto definitivo pero anunciando una grandísima cosecha. Por el contrario el 2002 estaba inicialmente muy cerrado, pero tras oxigenarlo se veía solo a falta de pulir y ensamblar los matices definitivos; matices que solo las ultimas permanencias en barrica lograran ofrecernos, tal vez un vino menor que su hermano 2003, pero sin duda ideal para ir descubriendo el Château, será bueno, sin duda, pero no grandioso.

Pero recapitulando un poco debo preguntarme por algo critico ¿qué diferencia a Climens de otros buenos Sauternes, o mejor dicho, de los buenos Barsac?
Pues sin duda varias cosas, primero lo más evidente: El color. Climens exhibe desde su nacimiento una tonalidad amarilla pajiza con reflejos entre verdosos y alimonados que para una misma cosecha lo deja en el extremo de la palidez de la añada. A continuación, su perfume: definitivamente botrytizado (sino, no existe Climens), ligeramente floral y cítrico, y finalmente entre mantecoso y delicadamente amaderado. Por ultimo en boca: no he probado jamás un Climens pesado. Su nervio ácido y fresco es proverbial. Incluso en las añadas más grandes, Climens nos muestra un dinamismo que oculta la cantidad de azúcar y Botrytis que en los mismos niveles, y fuera de esta finca, suele crear vinos de opulencia y densidad almibarada muy diferentes.

La cata de vinos acabados nos ofrece una panorámica importante que reafirma lo anteriormente dicho. Desde las recientes creaciones de 1999, 98 y 96, tres magnificas cosechas, la soberbia del 90 o la ya madura del 78, la perspectiva va enfocando lo que en principio no son más que palabras que transmiten datos. A partir de aquí las palabras transmiten sensaciones.

1999, o el triunfo de la fruta.
Con su aspecto pálido amarillento y de tintes brillantemente verdosos, este Climens mostraba toda su potencia en nariz, finísimas maderas que envolvían las notas entre florales blancas y de pera Williams, suaves cítricos en ascendiente potencia con la oxigenación y un trasfondo tostado de Botrytis como hilo conductor, daban la talla de su raza de licoroso.
En boca se mostraba severo, poco goloso y muy licoroso, algo inexpresivo aun pero posiblemente por su juventud. Esta en una fase de indefinición previa a su inicio de degustación placentera.

1998, sedosidad y flores.
De un aspecto solo ligeramente más dorado que el 99, este Climens ofrecía una nariz más expresiva, muy floral, con notas de rosa, de azahar y de miel de acacia, maderas finas y dosificadas y un final suavemente balsámico que reforzaba la floralidad.
Boca glicérica y calida, de dulzor más presente y una acidez viva que lo compensaba. El final era característicamente láctico y botrytizado, sabroso y muy sedoso. De gran longitud.

1996, o la finura de los primeros aromas terciarios.
Con esta cosecha Climens sube un grado apreciable de color, superior en dorados al mismísimo 90. Su nariz, en inicio de reducción, ofrecía casi toda la paleta aromática de la madurez: Cera de abejas, especias dulces, toques de incienso, final entre maderas y vainillas.... tan solo se insinuaba la mineralidad típica de los vinos más maduros, llegará con el tiempo a reconocerse como una gran cosecha.
 
1990, una de las glorias de la casa.
Este vino es sin duda el mejor ejemplo de la fidelidad a un modelo. Su aspecto es de una brillantez admirable, de un bonito amarillo entre verdoso y ligeramente ambarino de considerable intensidad, pero en absoluto de tintes acaramelados (como pueden encontrarse P.E. en el Suduiraut del mismo año, otra joya pero tan diferentes como un rubí y una esmeralda). Su nariz es compleja y muy, muy cambiante, pues tras unas discretas notas amieladas y empireumáticas en su primer momento, fue cambiando a notas de cítricos confitados, suaves especiados exóticos que tocaban vainillas, pimienta blanca, canela y jengibre junto con delicadas notas de tostados y Botrytis, en definitiva un auténtico bouquet en el que poco a poco se descubrieron unos finos matices minerales, recuerdos a talco y piedra caliente.
Esta cambiante melodía aromática en nariz se completaba perfectamente con una entrada dulce y concentrada, nada empalagosa pero muy persistente, que conforme se desarrollaba en boca demostraba su nervio ácido (como el de una piña en su punto optimo de madurez) y acababa en sabrosísimas notas entre amargosas, finamente amaderadas y especiadas que hacían urgente la necesidad de recomenzar con otro trago. Absolutamente sobresaliente...., y con décadas por delante.

1978, la longevidad y su saber estar en copa.
Con esta añada antigua, Climens muestra dos de sus mayores virtudes, de una parte la longevidad, de otra la elegante complejidad de su bouquet. Su aspecto no avisa para nada de sus más de 25 años, algún dorado, algún reflejo ligeramente ambarino pero ninguna oxidación evidente. En nariz el vino tuvo un momento de dura reducción, se fue paulatinamente abriendo pero manteniendo en todo momento unas notas entre lacas, balsámicos y torrefactos muy marcadas. Como no podía ser de otra manera estos fondos de reducción se matizaron con notas confitadas, amieladas y de frutas secas que adornaron la cata.
En boca y pese a ser un año algo escaso de Botrytis, las notas más melosas siempre estuvieron acompañadas de un frescor acido que dio ligereza a sus muchos años, en definitiva un vino de una complejidad tal que perfectamente cumpliría con un gran plato salado de complejo sabor.

ADENDA:
Tras la visita del 2007 a la propiedad, esta vez sin la propietaria, pude volver a degustar añadas viejas y jóvenes promesas, el 2003 se ratifica como un año de locos contrastes y perfecta botrytis, el 2004 poco expresivo y el 2005 una añada como fue el 2003, un súmmum de tendencias para hacer una sinfonía.

 

  1. #1

    ElieGarcia

    Me ha parecido un articulo de catedra soy un enamorado de esta bodega y he disfrutado con tus descripciones y comentarios, mi más sincera felicitación

  2. #2

    Javier-Carmona

    Hola Elie,

    muchas gracias por tu amable comentario, pero como en la cata de yquem, es facil dejarse llevar al escribir de lo que disfrutas....

    y el enamoramiento es compartido.

    Saludos


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