No es facil abstraerse del peso de la historia al intentar describir en pocas palabras la sensación de beber un vino ciertamente mítico.
La sola presencia de la botella, impresiona. Petrus 1990.

Color cereza con ribete atejado. Capa media.
Nariz pletórica, compleja y diversa, desde las frutas negras, incluso con toques florares hasta las notas de palo santo catedralício y cuero, pasando por fruta escarchada y tofe. Y podríamos seguir...chocolate puro, hoja de puro, olor a cuidada biblioteca inglesa...
En boca, de nuevo la elegante complejidad, sutil e intenso, tirando de sus notas gustativas aparecen sensaciones prometidas ya en nariz, esférico por su ausencia de elementos discordantes y a la vez plano por que mantiene su propuesta desde el primer instante hasta la despedida retronasal. De sensaciones tan intensas como las que cabria esperar de una sobremesa con Orson Welles.

Gracias a los amigos que compartieron conmigo un pedazo de historia.

Color rojo cereza intenso con ribete de tejas oscuros y ocres, límpido y brillante, centro casi opaco. Espectacular nariz en donde explosionan una gran gama de matices elegantes que dotan al vino de complejidad sensorial. Brea, alquitrán, aspectos negros, fruta amarga negra ( casi podríamos deducir que no es comestible por su exoticidad ). Aparece mucho regaliz oscuro, hollejos casi tostados, ceniza, maderas aromáticas como el cedro, carbón, piel de Rusia y unos cueros de increíble elegancia y complejidad. También higos maduros, dátiles, trufa, aspectos amargosos pero integrados y agradables parecidos al amargor del café negro. Se tiene la sensación de que los aromas son “ oscuros “, regaliz elegantisimo y tabacos finos, chocolates y cacao. En boca es una maravilla, con una estructura y complejidad sin limites y en donde la integración de todo lo anterior que se ha notado en la nariz aparece en forma de sabores. Redondo, equilibrado pero también con una descarga sensorial brutal