Acercarme a una botella de Tondonia Gran Reserva me inspira un profundo respeto. Soy Yo, y no el vino, quien debe estar a la altura. 146 años de la más pura tradición riojana imponen. Impertérrito al paso del tiempo. Ajeno a las modas que vienen y van. Sin concesiones a la modernidad.
Muestra con orgullo su larga crianza y evolución. Sus tonos ocres y canela, y su ribete ancho diferenciado en tonos ámbar. Con su limpieza y brillo nos indica que aun esta entre los vivos y le queda cuerda para rato. Una de las hermanas López de Heredia me dijo una vez a píe de bodega: "si dejas una botella de Tondonia Gran Reserva abierta durante tres días no se pica".
La nariz es un manual de finura, elegancia y sutileza. Tiene buena intensidad, definición y persistencia. Un compendio de aromas reductivos y oxidativos, con espacio para una fruta muy reducida, en forma de cascarillas de naranja en licor, dulce de membrillo y flores marchitas. Viene luego una interminable lista de terciarios, con especias, tabaco rubio, melaza, cuero, humus, bosque umbrío, etc. Todo un recital. Se intuye esa dulcedumbre tan característica de una buena evolución.
En boca es un autentico titán. Un gigante en estructura. Intenso y con mucho volumen. Dotado de una acidez arrolladora y unos taninos muy notables aunque nobles. Tiene mucha presencia, nervio y viveza. Pero no te hace descarrilar. Fiel a su tradición es pura armonía. Fino, elegante y de tacto aterciopelado. Largo y muy persistente. Toda la nariz se vierte en la boca provocando un inmenso placer. Y esa maravillosa dulcedumbre que aparece al final del recorrido, dejando un postgusto adictivo, que pide un trago después de otro, y luego otro y otro más...
Otra añada de esta maravilla, en un año excelente, una obra de arte de esos riojas cuidados con mucho esmero. Un vino muy fino, sutil, agradable, muy elegante. Un clásico. Color rojo rubí intenso con claros ribetes tejas debido a su edad. En nariz es complejo, evolucionado con aromas finos, frescos, con notas de larga crianza, tostado, maderas nobles, cueros, con ligeros aromas a vainilla. En boca es muy seco, suave, redondo y evolucionado. Con taninos pulidos y un final tostado y especiado. Resalta la marcada acidez y que le da longevidad, es largo y elegante. Un recuerdo de los buenos vinos clásicos de Rioja. Un gran placer.
Vista: Caoba con reflejos ambarinos, de capa baja y con el ribete ancho apenas diferenciado en tonos miel. Limpio y con cierto brillo. Lagrima abundante, gruesa y de caída lenta casi transparente.
Nariz: Intensidad media, profunda, penetrante y persistente, fina, sutil, delicada, compleja y bien definida. Repleta de agradables y bien conjuntados aromas terciarios y de reducción, sin predominio de unos sobre otros. Especias, tabaco, hojarasca, bosque umbrío, humus, hongos, frutos secos y melaza.
Boca: Entrada suave, muy discreta, con una primera apariencia de fragilidad que pronto queda rota por una intensa y penetrante acidez que irrumpe repentinamente dotándolo de intensidad y volumen, colmando la boca de forma elegante pero con nervio y viveza, vertebrando un recorrido largo y persistente, con los taninos aún afilados pero bien integrados que le confieren una buena estructura. Paso de boca fino, de tacto aterciopelado y bastante fresco, que peca en su inicio de un exceso de reducción y cuero, para ir dejando paulatinamente espacio a las especias, tabaco rubio, flores marchitas y hongos. Apenas queda espacio para la fruta reducida, con un atisbo de cascara de naranja en licor y dulce de membrillo. Postgusto de extraordinaria intensidad y persistencia, que nos regala un pellizco de dulcedumbre, dejando la sensación de habernos quedado a medias.
La "Catedral del Vino" en esta ocasión me ha dejado un poco a medias, bien pero no a la altura de las expectativas. Claro que estas siempre son máximas, lo que provoca que cuando se cumplen parcialmente, pueda más la decepción que la satisfacción. A estas alturas cada botella es un mundo.
De color rubí rojizo de capa media-alta, tapado, límpido, sin precipitados. Reflejos cobrizos y granatosos, brillante, refulgente. Borde estrecho, azafranado. Lágrimas finísimas, permanentes.
Aromas de buena intensidad, perfumado en vainillas y apuntes de orden vegetal que le dan un claro aspecto de juventud que contrasta con la madurez y clasicismo de la cosecha del 94. Serio, abierto, fresco, nada cansino, sacando discretas notas de hierbas aromáticas, laurel, y un fondo suave a tierra húmeda que permanece ahí, siempre en segundo plano, sin apoderarse del conjunto. Seductor a más no poder.
En boca es acariciante, seco, concentrado, aúpado en una acidez intensa que le insufla energía y frescor. Hay finura y maneras, muy buenas maneras. Taninos de lujo, lustrosos, de enorme calidad. Sorprende su extrema juventud y solidez. Aún por acabar desplegarse. Una excelente inversión para dentro de 20 años. Beberlo ahora es un sinsentido. Probado junto al Tondonia 2004 reserva, ambos acabados de salir al mercado, y el Tondonia 94 Gran Reserva. Menudo trío!!!
Más información del vino: http://vinosclasicos.blogspot.com.es/2016/04/vina-tondonia-1995-gran-reserva.html
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