Dueño de una imaginación desbordante, Aimé Guibert sigue elaborando un vino blanco extravagante, único en su especie, procedente de una decena de variedades de uva entre las cuales encontramos verdaderas rarezas.

     Presenta un brillante color amarillo sostenido con reflejos dorados. Tanto en nariz como en boca, rebosa frescura, viveza, finura, elegancia y juventud. Huele y sabe a melocotón de viña, a membrillo, a flan de manzana, a piña en lata y a limón confitado. Es deliciosa su textura grasa y untuosa ; su sabor complejo y perfectamente equilibrado, perdura un buen rato en el paladar, con un ligero toque de azúcar residual. Es un vino extremadamente curioso - centrado en la fruta y lleno de vitalidad - pero con una esperanza de vida corta : procura un placer efímero y, consecuentemente, el precio es exagerado. ( PVP : 32 € )