Caoba oscuro con tonalidades yodadas, algo velado.

Nariz de gran intensidad y una enorme complejidad, con matices claros de gran vino generoso (lo catamos a ciegas). Aparecen toques de frutos secos, almendras garrapiñadas, maderas viejas, ahumados y especias, hierbas medicinales y balsámicas, incienso, minerales de brea de hulla…en fin, una nariz que hacía pensar en Jerez pero con muchas dudas.

En boca se parece más incluso a un oloroso viejo por su fuerza, concentración y carácter seco, pero de nuevo aparecen unos curiosos toques infusionados que hacen de este vino algo único y que no habíamos probado nunca antes. Final seco y armónico, dejando una larga huella herbácea y mineral. Persistente.

Una vieja botella de los años 50 de una referencia desconocida para nosotros, la bodega Juan Valencia (fundada en 1891 y actualmente desaparecida) y un vino catalogado como “milagroso”, dada su condición de ferruginoso quinado, vinos reconstituyentes. Una maravilla jerezana más que sin duda nos dejó muy sorprendidos.